Xvii (libro de mario) - Poemas de Osvaldo Hernández
Xvii (libro de mario)
Poema publicado el 15 de Julio de 2002
alguien vino con noticias lejanas
y apresuraste el viaje a San Miguel
sin haber jamás entrado en sus terribles asfaltos
a más de vagas señas
no te dijo nadie en qué calle
ni cuál el árbol preferido por los niños
ni qué casa alumbrada por jardines
ni su número
ni cuál el nombre del perro en el umbral
ni el color y la estatura de sus muros
ni qué abolengo en la placa de metal junto a la puerta
y cómo percibir el calor de la sangre
entre el calor del aire que lo agobia todo
pensaste
entonces
empezaste a silbar el santo y seña convenido cuando niños
pero el mensaje rebotaba en los muros
y se perdía en los resumideros
y espantaba los gatos que dormían
como nubes de borrasca y de fuego
y se hacía ojos bruscos maldiciéndote con furia
pájaro invisible penetrando en las ventanas
perro sin olfato persiguiendo falsas huellas
nada de la nada en espirales de misterio
pero en otra sangre conocida se hizo el eco
y en una casa bien
una ilustre doña amaneció indefensa
ante el delantal y las ojeras
Poema publicado el 15 de Julio de 2002
alguien vino con noticias lejanas
y apresuraste el viaje a San Miguel
sin haber jamás entrado en sus terribles asfaltos
a más de vagas señas
no te dijo nadie en qué calle
ni cuál el árbol preferido por los niños
ni qué casa alumbrada por jardines
ni su número
ni cuál el nombre del perro en el umbral
ni el color y la estatura de sus muros
ni qué abolengo en la placa de metal junto a la puerta
y cómo percibir el calor de la sangre
entre el calor del aire que lo agobia todo
pensaste
entonces
empezaste a silbar el santo y seña convenido cuando niños
pero el mensaje rebotaba en los muros
y se perdía en los resumideros
y espantaba los gatos que dormían
como nubes de borrasca y de fuego
y se hacía ojos bruscos maldiciéndote con furia
pájaro invisible penetrando en las ventanas
perro sin olfato persiguiendo falsas huellas
nada de la nada en espirales de misterio
pero en otra sangre conocida se hizo el eco
y en una casa bien
una ilustre doña amaneció indefensa
ante el delantal y las ojeras
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