Alessio brandolini - Poemas de Alessio Brandolini
Alessio brandolini
Poema publicado el 27 de Noviembre de 2008
La tierra es todavía nuestra
la abrazan los olivos
de hojas plateadas
que pintan el aire
grabando listas de nombres
historias que nos pertenecen.
No nos conocen
pero nos sienten
en la madera
en la respiración
en la mirada
en el paso lento
que resiste a los días
va subiendo hasta arriba
a los muros torcidos de las casas
del antiguo poblado medieval.
Es como si hubiera llegado
demasiado tarde, me digo
mientras corto la hierba crecida
o riego los olivos
que tienen sólo un año
plantados por mi padre
después que arrancó de la tierra
los que estaban muertos, o enfermos.
Es como si estuviera clavado
al mismo divisorio oriental
o al rascacielos americano
que con una explosión se desintegra.
Sólido e impenetrable
calcificado por la historia
pero lo mismo
cito de memoria
los pasajes largos
los más importantes
de esta insólita
pero clara deriva.
La promesa es el estupor
de un surco
preciso y profundo
trazado no en el polvo
sino en la realidad, en el presente
de este terreno paterno.
Como si de sorpresa
hubiera llegado
la hora de sembrar.
Claro que no discuto, ¿y luego qué haría?
Pero mientras tanto renuevo la casa
me traslado
a una esquina de la calle.
Sí, me mudo fuera de la ciudad
a lo mejor a un bosque
me establezco en una encina hueca.
Un mundo reforzado con vitaminas y sales minerales
por cierto más seguro a causa de las alarmas
las puertas blindadas, los portones herméticos
con seguros y candados
por la libertad encerrada en caja fuerte
en espera de tiempos mejores
de un nuevo equilibrio perfecto.
No voy a sentir la necesidad
de tener una parte de todo.
Tendré poco y ese poco me va a alcanzar,
no voy a apurarme a consumirlo.
No voy a usar muletas ni apoyos
dejaré la puerta de par en par abierta
y voy a ser feliz recibiendo huéspedes y amigos.
Total la lluvia borrará las huellas
y será imposible volver a atrás.
Los árboles
fueron abandonados?
ya no tienen nombre
bajo la robusta corteza
hay sólo un agujero
un pasaje impedido
carente de savia
un nido de moho, de carcoma.
Por eso dentro de tres días
van a venir a derribarlos.
En el suelo los frutos
vaciados por los gusanos
se vuelven presa
de hormigas hambrientas
de arañas rojas
con boca de tenazas.
Alrededor del árbol
la alfombra de hojas
maceradas en el agua.
Las rosas
no tienen olor
los pétalos plegados
se dejan
lacerar por el viento
secar por el sol.
Sobre el alambrado del recinto
las ortigas se devoran
las moras todavía verdes
con las espinas envueltas
por hojas de hierba seca
que forman como frágiles nidos.
Las rosas
las pusiste tú
con gestos tranquilos
que desde hace siglos
se transmiten
de madre a hija.
Las rosas
son la reserva
de calor y de dicha
el sueño de agua
que se vuelca
sobre el bosque en llamas.
Limitarse a poco, susurros
y yo enseguida pienso: comas
sí, a lo mejor cada tanto
un lindo punto.
Excavar
una zanja de desagüe
un pozo
para el agua de la lluvia
poner un palo derecho
para sostener
el albaricoquero joven
y el tiempo que pasa
numerarlo
medirlo
sin mejorarlo en nada.
En tus manos
hay un sol
no muy luminoso
pero sí claro y necesario
que tranquilo se duerme
entre su luz opaca.
No agregas nada
ya pones en marcha
corres a dar al viñedo
el agua sulfatada.
Cuando regresé
aquí había un desierto
con una jungla en medio.
La hierba altísima
tanto que Flavia y Simone
se desaparecían ahí adentro.
Con la hoz
me cortaba las uñas
desollaba
el huesito del pescuezo
me esforzaba muchísimo
por retomar aliento
después de los trabajos, los arreglos
plantaba la hiedra y el lauroceraso
el cornejo y el madroño
los abetos que ahora
son audaces y fuertes centinelas
que protegen la tierra y siempre
nos saludan, nos abrazan
cuando de carrera
abrimos el portón de par en par.
Lo aclaro con un ejemplo
mira, te digo
estas manos están llenas de rasguños
han arrancado las espinas
la hierba mala del campo
por el monte escarpado
lo han hecho
aunque al volver
todo se encuentre como antes
la maleza ya está alta
e incluso más tupida.
Entonces no hablas más
bajas la mirada azul
abres con los ojos
un hoyo que se va
directamente al cielo.
Con los pies en el aire
y el mentón hacia arriba
miro y admiro
la luminosa simplicidad
de tu pensamiento.
Cierto, te alcanzo a fines de agosto
y ya en tu mirada leo
el comienzo del otoño.
Los árboles sin hojas
la hierba seca, ya amarilla
el sendero recubierto
de espinas, y de ortigas.
Hay tristeza en el grito
tardío de los pájaros.
Parecen cansados y sin ganas
como si volaran en el agua
por eso yo me muevo
con prudencia, muy despacio.
Mi asomo a un sitio secreto
pero ancho para la mirada
para las manos de los demás
para los brazos de todos
para el rostro extenso
milenario del mundo.
Es como si tuviera que volver a empezar
todo desde el principio, desde
los penosos primeros pasos.
Ahora lo sé y no espero nada más.
Sí, tendría que haberlo entendido
diez años atrás
pero tal vez no podía.
No obstante: más vale tarde que nunca,
se dice así, no es cierto?
Les voy a pedir que me ayuden
una asidua colaboración
para no aislarme de nuevo
no dividirme en tantas partes
en el espíritu y en el cuerpo.
Así también está bien
se puede vivir en silencio
cambiar de manera brusca
el método y la dirección
aspirar a un pensamiento calmo y puro.
Volverse más pequeños
para dormir en los nidos de los pájaros
más ágiles para treparse a los árboles
más livianos para tenderse en las ramas
para después podarlas y recoger los frutos.
Más delgados para pasar
entre las rejas de los portones.
Poema publicado el 27 de Noviembre de 2008
La tierra es todavía nuestra
la abrazan los olivos
de hojas plateadas
que pintan el aire
grabando listas de nombres
historias que nos pertenecen.
No nos conocen
pero nos sienten
en la madera
en la respiración
en la mirada
en el paso lento
que resiste a los días
va subiendo hasta arriba
a los muros torcidos de las casas
del antiguo poblado medieval.
Es como si hubiera llegado
demasiado tarde, me digo
mientras corto la hierba crecida
o riego los olivos
que tienen sólo un año
plantados por mi padre
después que arrancó de la tierra
los que estaban muertos, o enfermos.
Es como si estuviera clavado
al mismo divisorio oriental
o al rascacielos americano
que con una explosión se desintegra.
Sólido e impenetrable
calcificado por la historia
pero lo mismo
cito de memoria
los pasajes largos
los más importantes
de esta insólita
pero clara deriva.
La promesa es el estupor
de un surco
preciso y profundo
trazado no en el polvo
sino en la realidad, en el presente
de este terreno paterno.
Como si de sorpresa
hubiera llegado
la hora de sembrar.
Claro que no discuto, ¿y luego qué haría?
Pero mientras tanto renuevo la casa
me traslado
a una esquina de la calle.
Sí, me mudo fuera de la ciudad
a lo mejor a un bosque
me establezco en una encina hueca.
Un mundo reforzado con vitaminas y sales minerales
por cierto más seguro a causa de las alarmas
las puertas blindadas, los portones herméticos
con seguros y candados
por la libertad encerrada en caja fuerte
en espera de tiempos mejores
de un nuevo equilibrio perfecto.
No voy a sentir la necesidad
de tener una parte de todo.
Tendré poco y ese poco me va a alcanzar,
no voy a apurarme a consumirlo.
No voy a usar muletas ni apoyos
dejaré la puerta de par en par abierta
y voy a ser feliz recibiendo huéspedes y amigos.
Total la lluvia borrará las huellas
y será imposible volver a atrás.
Los árboles
fueron abandonados?
ya no tienen nombre
bajo la robusta corteza
hay sólo un agujero
un pasaje impedido
carente de savia
un nido de moho, de carcoma.
Por eso dentro de tres días
van a venir a derribarlos.
En el suelo los frutos
vaciados por los gusanos
se vuelven presa
de hormigas hambrientas
de arañas rojas
con boca de tenazas.
Alrededor del árbol
la alfombra de hojas
maceradas en el agua.
Las rosas
no tienen olor
los pétalos plegados
se dejan
lacerar por el viento
secar por el sol.
Sobre el alambrado del recinto
las ortigas se devoran
las moras todavía verdes
con las espinas envueltas
por hojas de hierba seca
que forman como frágiles nidos.
Las rosas
las pusiste tú
con gestos tranquilos
que desde hace siglos
se transmiten
de madre a hija.
Las rosas
son la reserva
de calor y de dicha
el sueño de agua
que se vuelca
sobre el bosque en llamas.
Limitarse a poco, susurros
y yo enseguida pienso: comas
sí, a lo mejor cada tanto
un lindo punto.
Excavar
una zanja de desagüe
un pozo
para el agua de la lluvia
poner un palo derecho
para sostener
el albaricoquero joven
y el tiempo que pasa
numerarlo
medirlo
sin mejorarlo en nada.
En tus manos
hay un sol
no muy luminoso
pero sí claro y necesario
que tranquilo se duerme
entre su luz opaca.
No agregas nada
ya pones en marcha
corres a dar al viñedo
el agua sulfatada.
Cuando regresé
aquí había un desierto
con una jungla en medio.
La hierba altísima
tanto que Flavia y Simone
se desaparecían ahí adentro.
Con la hoz
me cortaba las uñas
desollaba
el huesito del pescuezo
me esforzaba muchísimo
por retomar aliento
después de los trabajos, los arreglos
plantaba la hiedra y el lauroceraso
el cornejo y el madroño
los abetos que ahora
son audaces y fuertes centinelas
que protegen la tierra y siempre
nos saludan, nos abrazan
cuando de carrera
abrimos el portón de par en par.
Lo aclaro con un ejemplo
mira, te digo
estas manos están llenas de rasguños
han arrancado las espinas
la hierba mala del campo
por el monte escarpado
lo han hecho
aunque al volver
todo se encuentre como antes
la maleza ya está alta
e incluso más tupida.
Entonces no hablas más
bajas la mirada azul
abres con los ojos
un hoyo que se va
directamente al cielo.
Con los pies en el aire
y el mentón hacia arriba
miro y admiro
la luminosa simplicidad
de tu pensamiento.
Cierto, te alcanzo a fines de agosto
y ya en tu mirada leo
el comienzo del otoño.
Los árboles sin hojas
la hierba seca, ya amarilla
el sendero recubierto
de espinas, y de ortigas.
Hay tristeza en el grito
tardío de los pájaros.
Parecen cansados y sin ganas
como si volaran en el agua
por eso yo me muevo
con prudencia, muy despacio.
Mi asomo a un sitio secreto
pero ancho para la mirada
para las manos de los demás
para los brazos de todos
para el rostro extenso
milenario del mundo.
Es como si tuviera que volver a empezar
todo desde el principio, desde
los penosos primeros pasos.
Ahora lo sé y no espero nada más.
Sí, tendría que haberlo entendido
diez años atrás
pero tal vez no podía.
No obstante: más vale tarde que nunca,
se dice así, no es cierto?
Les voy a pedir que me ayuden
una asidua colaboración
para no aislarme de nuevo
no dividirme en tantas partes
en el espíritu y en el cuerpo.
Así también está bien
se puede vivir en silencio
cambiar de manera brusca
el método y la dirección
aspirar a un pensamiento calmo y puro.
Volverse más pequeños
para dormir en los nidos de los pájaros
más ágiles para treparse a los árboles
más livianos para tenderse en las ramas
para después podarlas y recoger los frutos.
Más delgados para pasar
entre las rejas de los portones.
¿Te gusta este poema? Compártelo:
«« más poemas de Alessio Brandolini