Quedarme sola quiero
por ver, ¡ay triste!, si a la pena mía,
si a este dolor severo,
si a esta dulce agonía,
lisonjea tal vez la fantasía.
Mas, ¿qué lisonja vana
ha de aliviar el mal de que adolezco,
si en mi pena inhumana,
si en el mal que padezco,
la muerte es el alivio que apetezco?
Quisiera con las flores
comunicar mis bienes y mis males
y siento mil temores,
pues son mis penas tales,
que llorarán afectos desiguales.
Que el secreto guardéis
os encomienda, flores, mi decoro;
a nadie lo fiéis:
sabed, sabed que lloro
por Cloridano, a quien rendida adoro.
Veneno disfrazado,
¿con qué engaño en mi pecho te metiste?
¿Cómo, di, tan osado
mi corazón heriste,
y a mi pesar, en él te introdujiste?
[...]
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