Poemas de NORAH LANGE
NORAH LANGE
Norah Lange (n. 23 de octubre de 1905[1] en Buenos Aires; m. 4 de agosto de 1972
en Buenos Aires) fue una narradora y poetisa argentina de vanguardia, vinculada
primero al Grupo Martín Fierro, especialmente con Jorge Luis Borges y luego al
Grupo Proa de Leopoldo Marechal. Destacada por haber roto en Argentina el canon
de que las mujeres no debían escribir prosa.
Llamativa por por su condición de pelirroja, se destacaba
por su audacia para irrumpir en ámbitos hasta entonces reservados a los varones.
Amor juvenil de Jorge Luis Borges, quien le prologó su primer libro La calle de
la tarde (1925). Publicó las novelas Voz de vida (1927), 45 días y 30 marineros
(1933), Personas en la sala (1950) y Los dos retratos (1956).
En 1937 escribió su libro en prosa Cuadernos de Infancia, que le mereció el
primer Premio Municipal y segundo Premio Nacional de Literatura y en 1944
escribió Antes que muera, un libro de memorias, continuación de aquel.
En 1958 recibió el Gran Premio de Honor y Medalla de Oro otorgado por la
Sociaded Argentina de Escritores (SADE).
En 1943 se casó con el escritor argentino Oliverio Girondo.
Al momento de morir, en 1972 estaba escribiendo la novela El cuarto de vidrio.
Leonor Silvestri describe del siguiente modo la escritura de Norah Lange:
Su literatura logra reacomodar la realidad en constelaciones personales,
ritualizar lo insignificante (“Sólo acudió el salero que conocía desde mi
niñez, la canilla reluciente donde mi cara se repetía boca abajo, el vidrio
roto de una ventana que, durante las noches de viento, repetía una palabra
parecida al comienzo de una frase misteriosa”), casas y recuerdos que dan
cuenta de la necesidad de poner orden (“No me dejes sola frente a los
ceniceros, a la mesa, a los libros abiertos, al ajedrez en su estuche, porque
todo está allí esperando tu ausencia para vigilar mi asombro”), dar vida
propia al lenguaje e incorporar sin tabúes o inútiles dramatismos la muerte y
apropiársela desde esa dimensión íntima, nunca vista como una conmoción
inaceptable sino como un detalle trascendente de la condición humana que
permite reflexionar –tanto a sus narradoras como a sus lectores– acerca de la
privacidad.
versos a una plaza
La tarde muere como una eremita. Sobre la espalda de la noche el cielo......
en nuestros labios
En nuestros labios quisieron enarbolarse como ponientes los gritos. L...... afuera la noche...
Afuera la noche sacudiendo angustias. Adentro, el corazón fresco ...... calle
He vuelto a la calle ahondada de esperas rezando ausencias que ya no s...... ventana
Ventana abierta sobre la tarde con generosidad de mano que no sabe...... amanecer
En el corazón de cada árbol se ha estremecido la medianoche. La noche ...... la tarde se va
La tarde se va de la mano del sol. La noche es un largo silenci...... en el camino...
En el camino hay un silencio de palabra imposible La tarde reza en erm...... la emoción...
La emoción tira de nuestras almas. El corazón se nos abre ...... Esta es la página 1 de un total de 1