Ni tú, noviembre - Poemas de José Antonio Llamas Fernández
Ni tú, noviembre
Poema publicado el 18 de Febrero de 2009
A Juan Ramón Jiménez
Ni tú, ni yo, noviembre,
debiéramos desnudarnos
No es preciso que salgamos en auxilio
de los jardines solitarios,
condenados a morir
con sus flores y sus amantes
Mira, si no, el destartalado espejo
de esos ojos que pasean por la calle
Como las bayas rojas del serval
tu corazón y el mío,
como dos mozuelas anhelantes
Manos de plata, sucias y enganidas,
vendimiando las manzanas
acarician la cabeza de los canes,
y eso es todo cuanto pueden ofrecer
a esas muchachas
Nos reclaman una rosa y, sin saberlo,
nos están reclamando el alma
La nieve, en las lejanas cumbres,
canta un cantar feliz de estrofas blancas.
Las carretas de Pueblo Nuevo
ya no pasan.
Ni tú ni yo, noviembre,
deberíamos huir en desbandada
Ateridas, como pámpanos quemados,
nuestras manos acarician su condena,
pero la rosa, en cambio, rosa al fin,
no acierta a abandonar tan sola
el jardín abandonado
Las muchachas se van,
sus finos labios depositan un beso de cristal,
rojo como las bayas, en el tronco del serbal
que las abraza
Ni tú, ni yo, noviembre,
debiéramos desnudarnos
Poema publicado el 18 de Febrero de 2009
A Juan Ramón Jiménez
Ni tú, ni yo, noviembre,
debiéramos desnudarnos
No es preciso que salgamos en auxilio
de los jardines solitarios,
condenados a morir
con sus flores y sus amantes
Mira, si no, el destartalado espejo
de esos ojos que pasean por la calle
Como las bayas rojas del serval
tu corazón y el mío,
como dos mozuelas anhelantes
Manos de plata, sucias y enganidas,
vendimiando las manzanas
acarician la cabeza de los canes,
y eso es todo cuanto pueden ofrecer
a esas muchachas
Nos reclaman una rosa y, sin saberlo,
nos están reclamando el alma
La nieve, en las lejanas cumbres,
canta un cantar feliz de estrofas blancas.
Las carretas de Pueblo Nuevo
ya no pasan.
Ni tú ni yo, noviembre,
deberíamos huir en desbandada
Ateridas, como pámpanos quemados,
nuestras manos acarician su condena,
pero la rosa, en cambio, rosa al fin,
no acierta a abandonar tan sola
el jardín abandonado
Las muchachas se van,
sus finos labios depositan un beso de cristal,
rojo como las bayas, en el tronco del serbal
que las abraza
Ni tú, ni yo, noviembre,
debiéramos desnudarnos
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