Con la traiciÓn de los sueÑos - Poemas de Francisco de Asís Fernández
Con la traiciÓn de los sueÑos
Poema publicado el 04 de Abril de 2005
En toda mi vida solo conocí la humillación del amor.
Y de mi solo quedan paredes derruidas azotadas por el viento,
por el sol y por la traición de los sueños.
Pero siempre hay jugos terrenales en el cuerpo,
un Dinosaurio que vuela con la agitación de sus cuatro alas,
y mujeres que se pintan con lilas y morados los estambres de sus ojos.
¿Pero cómo era cuando estaba muchacho?
¿Cómo era antes de ser un ángel derribado?
Siempre me vi como a alguien más y no como a mi mismo,
atado a la oscuridad de un mundo de deidades familiares.
Hay un yo que conocí en el lago abierto de Granada
sumergido bajo el agua entre helechos y bromelias,
mangles rojos y blancos, cuentas y lentejuelas,
caoba, cedro y ceibas de un bosque húmedo.
Dentro de mi está lo que tengo derecho a desear.
Desde esa gruesa masa rocosa de mi vida
pude esparcir manojos de hierbas y sortilegios,
y amasijos de leñas y piedras ennegrecidas.
De mis fondeaderos salieron y arribaron
barcos cargados con oro, plata y perlas.
Nadie pudo romper el milagro de la poesía:
ni gatilleros, ni tramposos, ni vagabundas.
Y para agitar el agua turbia
me quedo quieto en la piel aterciopelada de los pétalos
que forman el remolino de las rosas.
Poema publicado el 04 de Abril de 2005
En toda mi vida solo conocí la humillación del amor.
Y de mi solo quedan paredes derruidas azotadas por el viento,
por el sol y por la traición de los sueños.
Pero siempre hay jugos terrenales en el cuerpo,
un Dinosaurio que vuela con la agitación de sus cuatro alas,
y mujeres que se pintan con lilas y morados los estambres de sus ojos.
¿Pero cómo era cuando estaba muchacho?
¿Cómo era antes de ser un ángel derribado?
Siempre me vi como a alguien más y no como a mi mismo,
atado a la oscuridad de un mundo de deidades familiares.
Hay un yo que conocí en el lago abierto de Granada
sumergido bajo el agua entre helechos y bromelias,
mangles rojos y blancos, cuentas y lentejuelas,
caoba, cedro y ceibas de un bosque húmedo.
Dentro de mi está lo que tengo derecho a desear.
Desde esa gruesa masa rocosa de mi vida
pude esparcir manojos de hierbas y sortilegios,
y amasijos de leñas y piedras ennegrecidas.
De mis fondeaderos salieron y arribaron
barcos cargados con oro, plata y perlas.
Nadie pudo romper el milagro de la poesía:
ni gatilleros, ni tramposos, ni vagabundas.
Y para agitar el agua turbia
me quedo quieto en la piel aterciopelada de los pétalos
que forman el remolino de las rosas.
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