Historia simple - Poemas de Claudia Patricia Arbeláez Henao
Historia simple
Poema publicado el 20 de Agosto de 2001
En su pequeño vientre se acomodaba la figura de un tenue vegetal; por tiempos había acunado seres cubiertos de piel y restos de cielo, dando a luz seres de una bología perfecta, hombres y mujeres de diferentes soles, colores y dolores y con ellos había poblado la esfera. Pero ya era hora de perpetuarse cruzado los cimientos de géneros que no fueran tan humanos y gracias a su infinito amor por el mundo, por la naturaleza y las cosas, pudo fecundar especies nativas del firmamento, de la tierra y el mar profundo.
Su figura de madre venía poblada de raíces, semillas y frutos y daba a luz grandes jardines, bosques y selvas, inadvirtiendo su pérdida en el mismo mundo que había creado para verter su inmortalidad y poder colmar a la tierra con sus hijos de tallos y melenas, a los que alimentaba con la savia que brotaba de sus senos.
Quiso concebir figuras que se desplazaran por el aire y el océano, con las alas y las ganas de infiltrarse en un impero desposeído de malezas y amarguras, fue entonces como dio a luz nuevamente, pero esta vez ceremoniando las inagotables posibilidades del reino animal. Los dotó de sentidos, cantos, colores, corazón y formas.
Aves de todas las alturas, estampas que volando parecen mariposas se paseaban a lo largo y ancho del cielo. Peces de incalculables brillos atravesaban las serenas y tormentosas aguas; potros, cervatillos, venados, todos ellos libres se tomaban el mundo. Diminutos insectos, seres de las altas montañas, valles y polos, se vestían de tierra.
Su cuerpo de madre superó a la tierra y a la naturaleza, los hombres hablaron por mucho tiempo de su magia, pero el amor y la fuerza no la hucieron infinita, su muerte no pudo detener, su deber era partir y nuevos universos poblar.
Esta es la historia de un hombre que soñaba ser madre.
Tomado de SUEÑOS PARA UN BUEN DORMIR.
Poema publicado el 20 de Agosto de 2001
En su pequeño vientre se acomodaba la figura de un tenue vegetal; por tiempos había acunado seres cubiertos de piel y restos de cielo, dando a luz seres de una bología perfecta, hombres y mujeres de diferentes soles, colores y dolores y con ellos había poblado la esfera. Pero ya era hora de perpetuarse cruzado los cimientos de géneros que no fueran tan humanos y gracias a su infinito amor por el mundo, por la naturaleza y las cosas, pudo fecundar especies nativas del firmamento, de la tierra y el mar profundo.
Su figura de madre venía poblada de raíces, semillas y frutos y daba a luz grandes jardines, bosques y selvas, inadvirtiendo su pérdida en el mismo mundo que había creado para verter su inmortalidad y poder colmar a la tierra con sus hijos de tallos y melenas, a los que alimentaba con la savia que brotaba de sus senos.
Quiso concebir figuras que se desplazaran por el aire y el océano, con las alas y las ganas de infiltrarse en un impero desposeído de malezas y amarguras, fue entonces como dio a luz nuevamente, pero esta vez ceremoniando las inagotables posibilidades del reino animal. Los dotó de sentidos, cantos, colores, corazón y formas.
Aves de todas las alturas, estampas que volando parecen mariposas se paseaban a lo largo y ancho del cielo. Peces de incalculables brillos atravesaban las serenas y tormentosas aguas; potros, cervatillos, venados, todos ellos libres se tomaban el mundo. Diminutos insectos, seres de las altas montañas, valles y polos, se vestían de tierra.
Su cuerpo de madre superó a la tierra y a la naturaleza, los hombres hablaron por mucho tiempo de su magia, pero el amor y la fuerza no la hucieron infinita, su muerte no pudo detener, su deber era partir y nuevos universos poblar.
Esta es la historia de un hombre que soñaba ser madre.
Tomado de SUEÑOS PARA UN BUEN DORMIR.
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