Yo sé que todo esto tiene un nombre: existirse.
El amor no es el estallido, aunque también exactamente
lo sea.
Es como una explosión que durase toda la vida.
Que arranca en el rompimiento que es conocerse y que
se abre, se abre,
se colorea como una ráfaga repentina que, trasladada en
el tiempo,
se alza, se alza y se corona en el transcurrir de la vida,
haciendo que una tarde sea la existencia toda, mejor dicho,
que toda la existencia sea como una gran tarde,
como una gran tarde toda del amor, donde toda
la luz se diría repentina, repentina en la vida entera,
hasta colmarse en el fin, hasta cumplirse y coronarse en
la altura
y allí dar la luz completa, la que se despliega y traslada
como una gran onda, como una gran luz en que los dos
nos reconociéramos.
Toda la minuciosidad del alma la hemos recorrido.
Sí, somos los amantes que nos quisiéramos una tarde,
La hemos recorrido, esa alma, minuciosamente, cada día
sorprendiéndonos con un espacio más.
Lo mismo que los enamorados de una tarde, tendidos,
revelados, van recorriendo su cuerpo luminoso, y se
absorven,
y en una tarde son y toda la luz se da y estalla, y se hace,
y ha sido una tarde sola del amor, infinita,
y luego en la oscuridad se pierden y nunca ya se verán,
porque nunca se reconocerían...
Pero esto es una gran tarde que durase toda la vida.
Como tendidos,
nos existimos, amor mío, y tu alma,
trasladada a la dimensión de la vida, es como un gran cuerpo
que en una tarde infinita yo fuera reconociendo.
Toda la tarde entera del vivir te he querido.
Y ahora lo que allí cae no es el poniente, es sólo
la vida toda lo que allí cae; y el ocaso
no es: es el vivir mismo el que termina,
y te quiero. Te quiero y esta tarde se acaba,
tarde dulce, existida, en que nos hemos ido queriendo.
Vida que toda entera como una tarde ha durado.
Años como una hora en que he recorrido tu alma,
descubriéndola despacio, como minuto a minuto.
Porque lo que allí está acabando, quizá, sí, sea la vida.
Pero ahora aquí el estallido que empezó se corona
y en el colmo, en los brillos, toda estás descubierta,
y fue una tarde, un rompiente, y el cenit y las luces
en alto ahora se abren del todo, y aquí estás: ¡nos tenemos!
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