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Romance del rey moro que perdió valencia - Poemas de ROMANCERO ESPAÑOL


 
 
Romance del rey moro que perdió valencia
Poema publicado el 11 de Noviembre de 2002

               

Helo, helo por do viene  el moro por la calzada,
caballero a la jineta  encima una yegua baya,
borceguíes marroquíes  y espuela de oro calzada,
una adarga ante los pechos  y en su mano una azagaya.
Mirando estaba Valencia,  como está tan bien cercada:
—¡Oh, Valencia, oh Valencia,  de mal fuego seas quemada!
Primero fuiste de moros  que de cristianos ganada.
Si la lanza no me miente,  a moros serás tornada;
aquel perro de aquel Cid  prenderélo por la barba,
su mujer, doña Jimena,  será de mí cautivada,
su hija, Urraca Hernando,  será mi enamorada,
después de yo harto de ella  la entregaré a mi compaña.
El buen Cid no está tan lejos,  que todo bien lo escuchaba.
—Venid vos acá, mi hija,  mi hija doña Urraca;
dejad las ropas continas  y vestid ropas de pascua.
Aquel moro hi·de·perro  detenédmelo en palabras,
mientras yo ensillo a Babieca  y me ciño la mi espada.
La doncella, muy hermosa,  se paró a una ventana;
el moro, desque la vido,  de esta suerte le hablara:
—Alá te guarde, señora,  mi señora doña Urraca.
—Así haga a vos, señor,  buena sea vuestra llegada.
Siete años ha, rey, siete,  que soy vuestra enamorada.
—Otros tantos ha, señora,  que os tengo dentro en mi alma.
Ellos estando en aquesto  el buen Cid que se asomaba.
—Adiós, adiós, mi señora,  la mi linda enamorada,
que del caballo Babieca  yo bien oigo la patada.
Do la yegua pone el pie,  Babieca pone la pata.
Allí hablará el caballo  bien oiréis lo que hablaba:
—¡Reventar debía la madre  que a su hijo no esperaba!
Siete vueltas la rodea  alrededor de una jara;
la yegua, que era ligera,  muy adelante pasaba
hasta llegar cabe un río  adonde una barca estaba.
El moro, desque la vido,  con ella bien se holgaba,
grandes gritos da al barquero  que le allegase la barca;
el barquero es diligente,  túvosela aparejada,
embarcó muy presto en ella,  que no se detuvo nada.
Estando el moro embarcado,  el buen Cid que llegó al agua,
y por ver al moro en salvo,  de tristeza reventaba;
mas con la furia que tiene,  una lanza le arrojaba,
y dijo: —Recoged, mi yerno,  arrecogedme esa lanza,
que quizás tiempo vendrá  que os será bien demandada.

       

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