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Poemas de Giacomo Leopardi

Giacomo Leopardi
Giacomo Leopardi (Recanati, 29 de junio de 1798 - Nápoles, 14 de junio de 1837), poeta y erudito italiano del Romanticismo. Nacido en el palacio familiar de la costa adriática, fue hijo de unos padres casi completamente opuestos: su madre, Adelaide, descendiente de los marqueses Antici, era conocida por su patológica tacañería (se alegró por la muerte de un hijo recién nacido en vista del ahorro que suponía). Por el contrario, su padre, el conde Monaldo, de ideología reaccionaria, dilapidó la fortuna familiar y llegó a acumular una formidable biblioteca. Giacomo nació jorobado y consumió su infancia estudiando y leyendo con inagotable curiosidad. A los once años lee a Homero, a los trece escribe su primera tragedia; a los catorce la segunda: Pompeyo en Egipto; a los quince un ensayo sobre Porfirio. A esa edad conocía ya siete lenguas y había estudiado casi de todo: lenguas clásicas, hebreo, lenguas modernas, historia, filosofía, filología, ciencias naturales y astronomía. Los maestros que habrían debido prepararle para el sacerdocio debieron admitir que no tenían mucho que enseñarle. Escribió un tratado de astronomía y un poema en griego antiguo que podría engañar a un experto. El culto de la gloria de los héroes antiguos llevaba a Leopardi a probarse en distintos géneros: a los diecisiete compuso un ensayo Sobre los errores populares de los antiguos; a los diecinueve inicia su cuaderno de apuntes, Zibaldone, que le acompañará hasta 1832; a los veinte compone los que serán sus primeros poemas y "Sobre el monumento a Dante". Al año siguiente, enfermo de la vista, que iba perdiendo progresivamente, y del espíritu, poseído por un pesimismo cósmico, intenta en vano fugarse de Recanati. Desde ese momento su vida se convierte en un círculo vicioso de huidas y regresos a su ciudad natal: Roma, Bolonia, Milán, Florencia son los hitos de este viaje doloroso, en el que va dejando atrás proyectos de trabajo irrealizados y amores imposibles: Teresa Carniani-Malvezi, o Fanny Targioni-Tozzetti. En su Dialogo di Tristano e di un amico llega a escribir uno de sus pasajes más desolados: Hoy no envidio ya ni a los necios ni a los sabios, ni a los grandes ni a los pequeños, ni a los débiles ni a los poderosos; envidio a los muertos, sólo por ellos me cambiaría En 1830 deja Recanati por última vez, en 1831 aparece la primera edición de sus Canti (la segunda lo hará en 1835) y en 1833 marcha a Nápoles, donde muere. Pensamiento y estilo [editar]Los escritos de Leopardi se caracterizan por un pesimismo profundo y sin lenitivos: es una voz que grita el desamparo del ser humano y la crueldad de una natura naturans implacable, que le azuza desde su propio nacimiento hasta más allá de la muerte. En este valle de lágrimas, Leopardi se aferra, a pesar de todo, a tres consuelos: el mito de una edad de oro, que le emparenta con Hölderlin; el recuerdo del juvenil engaño antes de la brutal irrupción de "la verdad" y la evocación de una naturaleza naturata, de un paisaje brumoso y lunar donde al anochecer se escucha siempre perderse o acercarse por un camino la canción melancólica de un carretero. Leopardi siente un profundo desprecio por los falsos consuelos del pensamiento progresista y por el contrario siente una piedad infinita por la huérfana estirpe humana, que le lleva a la compasión y a la solidaridad. Asume con dignidad la angustia y la protesta del hombre ante un infinito sordo y amenazador, como aparece en su poema metafísico más famoso, El infinito, o en otro de sus poemas memorables, A sí mismo. Al final de sus días, sin embargo, atenuó ese pesimismo de forma parecida a como Ludwig van Beethoven lo hizo en su Testamento de Heiligenstadt, y así aparece en su poema Palinodia dirigido al marqués Gino Capponi, donde se sospecha su aficion a la Cannabis o Cáñamo. Sus poemas, recogidos en I Canti (Cantos, 1831) poseen una notable perfección formal, una forma neoclásica y un contenido romántico; en sus comienzos atrajo la atención del público a través de su oda patriótica Agli italiani (1818), pero hoy en día es reconocido, en cambio, por ser el mayor poeta lírico de la Italia del siglo XIX. Los Cantos tienen tres tramos muy diferenciados. Uno primero más neoclásico, muy influido por los clásicos grecolatinos y Dante y Petrarca; un segundo donde está el Leopardi más puro, más intenso, con los poemas más bellos, y un tercero marcado por el pensamiento y la poesía reflexiva. Esta tercera parte es la que más le interesó a Unamuno, quien tradujo "La Retama", la flor del desierto, uno de los poemas más conocidos del poeta italiano.


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