No - Poemas de OSCAR PORTELA
No
Poema publicado el 24 de Abril de 2007
Ni el árbol alumbrado en mitad del abra,
ni el empinado pino en la densa colina,
ni el banco oscuro en su espesura
donde un hombre piensa en solitario
sobre el destino del alma errante
sobre la tierra, oculto a las miradas
indigentes, en el sendero oblicuo
que conduce a una umbría cabaña,
ni madre sentada en el"claroscuro" de un patio
en sombras, sitiado por jazmines
que deslumbran las miradas del alma, podrían ya
redimirnos de la deriva y el exilio
de la intemperie y el lamento de Hecuba
conterrada en su patria, de la tempestad
del insomnio sin amor y el desasosiego
de ser y hacer hacia lo ilimitado sin nombre,
aún sin nombre: no hay moradas,
solo espejismos de la escritura, cruz invertida
y la memoria de los muertos que alimentan
la mano en voladura: atrás el blanco
plumaje de una garza y su gracia en volandas,
deseos engendrados en el espacio aéreo
de una vasta llanura y de cálidas aguas,
atrás, atrás, Sólo nos queda la ímproba
tarea de limpiar nuestras huellas y desecar
el mar -el mar, el mar-, con la espera sin duelo
de un adviento de mundo.
Poema publicado el 24 de Abril de 2007
Ni el árbol alumbrado en mitad del abra,
ni el empinado pino en la densa colina,
ni el banco oscuro en su espesura
donde un hombre piensa en solitario
sobre el destino del alma errante
sobre la tierra, oculto a las miradas
indigentes, en el sendero oblicuo
que conduce a una umbría cabaña,
ni madre sentada en el"claroscuro" de un patio
en sombras, sitiado por jazmines
que deslumbran las miradas del alma, podrían ya
redimirnos de la deriva y el exilio
de la intemperie y el lamento de Hecuba
conterrada en su patria, de la tempestad
del insomnio sin amor y el desasosiego
de ser y hacer hacia lo ilimitado sin nombre,
aún sin nombre: no hay moradas,
solo espejismos de la escritura, cruz invertida
y la memoria de los muertos que alimentan
la mano en voladura: atrás el blanco
plumaje de una garza y su gracia en volandas,
deseos engendrados en el espacio aéreo
de una vasta llanura y de cálidas aguas,
atrás, atrás, Sólo nos queda la ímproba
tarea de limpiar nuestras huellas y desecar
el mar -el mar, el mar-, con la espera sin duelo
de un adviento de mundo.
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