Silva vi - Poemas de JUAN MELÉNDEZ VALDÉS
Silva vi
Poema publicado el 06 de Febrero de 2003
¿Do me conduce Amor? ¿do inadvertido
En soñadas venturas embebido
Llegué con planta osada?
Esta es la alcoba de mi Fili amada.
Aquel su lecho, aquel, allí reposa:
Allí su cuerpo delicado hermoso
En blanda paz se entrega
Al sueño más suave: esta dichosa
Olanda la recibe. Llega, llega
Con paso respetoso,
O deseo feliz, llega y suspira
Sobre el lecho de Fili, y silencioso,
Si en él descansa, al punto te retira.
Retírate, no acaso a despertarla
En tu ardor impaciente
Te atrevas por tu mal:
huye prudente,
Huye de riesgo tal, y ni a mirarla
Pararte quieras por estar dormida,
Que aun corre riesgo, si la ves, tu vida.
Pero sólo está el lecho: ¡afortunado
Lecho, salve mil veces,
Pues que gozar mereces
De su esquiva beldad! ¡salve, nevado
Lecho, y consiente que mi fina boca
La olanda estreche, que felice toca
Los miembros bellos de mi Fili amada!
Su huella señalada
En ti, lecho felice,
Aquí posó dormida
La rubia frente, a mi deseo dice;
Allí tendió hacia ti su brazo hermoso
Del delirio de un sueño conmovida,
Y aquí asentó su seno delicioso.
¡O salve veces mil, y el atrevido
Tiempo no te consuma,
Dichoso lecho, del Amor mullido!
Siempre en torno de ti las Gracias velen.
Los sueños lisonjeros,
Quando mi Fili tu suave pluma
Busque, sobre ella cariñosos vuelen:
En sus alas los céfiros ligeros
Todo el ámbar le ofrezcan de las flores,
Y mi forma tomando
El placer, en su sello mil ardores,
Gozos mil mueva, su desdén domando.
¡Salve, lecho feliz, que sólo sabes
Misterios tan suaves!
Tú, si su seno cándido palpita,
Le sientes palpitar; tú, si se queja,
Tú, si el placer la agita
Y embriagada le dexa
Fingirse mil venturas,
Todo lo entiendes, lecho regalado,
Todo lo entiendes con envidia mía.
Sus ansias, sus ternuras,
Sus gozos, sus desvelos,
Su tímida modestia, sus rezelos,
En el silencio de la noche amado
Patentes a ti solo, con el día
Para mí desaparecen,
Y qual la niebla al sol se desvanecen.
¡O lecho, feliz lecho, qual suspiro
Quando tu suerte y mis zozobras miro!
Si en ti el reposo habita,
¿De do, lecho feliz, viene la llama
Que en delicias me inflama?
¿La grata turbación que el pecho agita?
¡Ah lecho afortunado!
Tú de mi bien recibes
El llanto aljofarado,
Si lastimada llora: tú percibes,
Tú solo en sus amores confidente,
Su delicada voz. ¿Mis ansias siente?
¿Se angustia como yo? ¿teme? ¿rezela?
¿Duda, si en verla tardo, y se desvela?
¡Ay! tú lo sabes: dímelo te ruego,
Y templa de una vez mi temor ciego.
Témplalo, dulce lecho... Así decía
El ardiente Damon, sin que pensase
Que Fílis le atendía
A otra parte del lecho retirada.
La bella zagaleja lastimada
De que tanto penase,
Salió presta de donde se escondía.
Damon se turba, y Fílis cariñosa
Se ríe dulcemente y le asegura,
Madando la serrana desdeñosa
Su rigor desde entonces en blandura.
Poema publicado el 06 de Febrero de 2003
¿Do me conduce Amor? ¿do inadvertido
En soñadas venturas embebido
Llegué con planta osada?
Esta es la alcoba de mi Fili amada.
Aquel su lecho, aquel, allí reposa:
Allí su cuerpo delicado hermoso
En blanda paz se entrega
Al sueño más suave: esta dichosa
Olanda la recibe. Llega, llega
Con paso respetoso,
O deseo feliz, llega y suspira
Sobre el lecho de Fili, y silencioso,
Si en él descansa, al punto te retira.
Retírate, no acaso a despertarla
En tu ardor impaciente
Te atrevas por tu mal:
huye prudente,
Huye de riesgo tal, y ni a mirarla
Pararte quieras por estar dormida,
Que aun corre riesgo, si la ves, tu vida.
Pero sólo está el lecho: ¡afortunado
Lecho, salve mil veces,
Pues que gozar mereces
De su esquiva beldad! ¡salve, nevado
Lecho, y consiente que mi fina boca
La olanda estreche, que felice toca
Los miembros bellos de mi Fili amada!
Su huella señalada
En ti, lecho felice,
Aquí posó dormida
La rubia frente, a mi deseo dice;
Allí tendió hacia ti su brazo hermoso
Del delirio de un sueño conmovida,
Y aquí asentó su seno delicioso.
¡O salve veces mil, y el atrevido
Tiempo no te consuma,
Dichoso lecho, del Amor mullido!
Siempre en torno de ti las Gracias velen.
Los sueños lisonjeros,
Quando mi Fili tu suave pluma
Busque, sobre ella cariñosos vuelen:
En sus alas los céfiros ligeros
Todo el ámbar le ofrezcan de las flores,
Y mi forma tomando
El placer, en su sello mil ardores,
Gozos mil mueva, su desdén domando.
¡Salve, lecho feliz, que sólo sabes
Misterios tan suaves!
Tú, si su seno cándido palpita,
Le sientes palpitar; tú, si se queja,
Tú, si el placer la agita
Y embriagada le dexa
Fingirse mil venturas,
Todo lo entiendes, lecho regalado,
Todo lo entiendes con envidia mía.
Sus ansias, sus ternuras,
Sus gozos, sus desvelos,
Su tímida modestia, sus rezelos,
En el silencio de la noche amado
Patentes a ti solo, con el día
Para mí desaparecen,
Y qual la niebla al sol se desvanecen.
¡O lecho, feliz lecho, qual suspiro
Quando tu suerte y mis zozobras miro!
Si en ti el reposo habita,
¿De do, lecho feliz, viene la llama
Que en delicias me inflama?
¿La grata turbación que el pecho agita?
¡Ah lecho afortunado!
Tú de mi bien recibes
El llanto aljofarado,
Si lastimada llora: tú percibes,
Tú solo en sus amores confidente,
Su delicada voz. ¿Mis ansias siente?
¿Se angustia como yo? ¿teme? ¿rezela?
¿Duda, si en verla tardo, y se desvela?
¡Ay! tú lo sabes: dímelo te ruego,
Y templa de una vez mi temor ciego.
Témplalo, dulce lecho... Así decía
El ardiente Damon, sin que pensase
Que Fílis le atendía
A otra parte del lecho retirada.
La bella zagaleja lastimada
De que tanto penase,
Salió presta de donde se escondía.
Damon se turba, y Fílis cariñosa
Se ríe dulcemente y le asegura,
Madando la serrana desdeñosa
Su rigor desde entonces en blandura.
¿Te gusta este poema? Compártelo:
«« más poemas de JUAN MELÉNDEZ VALDÉS