Treno por la tumba de celestino l. - Poemas de José Landa
Treno por la tumba de celestino l.
Poema publicado el 11 de Marzo de 2008
No vuela el pájaro, el aire se posa en una rama.
En su quietud, la tarde amarillea como espesura
del más viejo cedro
y cae, tapiza el suelo del amargo silencio.
Junto a la tumba nace un coro de ayes. Trenan
los descendientes con ardor de vaciedumbre:
Antaño, fumabas habaneros a la orilla de lagos donde
el tiempo se detenía,
eras el bravucón viento-del-norte que se arremolinaba
sobre los pueblos
y ponía a temblar las raíces de los nacaztles,
hacías bajar a tierra las flores de los delfas blancuscos,
sacudías los huesos de árboles carne-de-perro
y abrías con tu caravana de bestias los ríos más profundos
de lado a lado.
Viejo comerciante, vaquero piel de haya, coraje de toro demoníaco,
rubio pez,
aquí encendemos un relámpago en tu nombre,
gritamos de furia y dolor por tu muerte de treinta y cinco
lunas,
nos arrancamos las sombras a pedazos, nuestras uñas
gotean oscuridad,
padre de mil generaciones,
por tus manos de sorda lumbre,
por tu pecho de rumoroso río,
por tu andar de fiera nómada,
por tu mirada ansiosa de montañas,
por tu mordida infelicidad morida a solas,
por tu queja de eterno insatisfecho.
Aquí encendemos un relámpago en tu nombre,
nos aliamos para quemar los corazones de quienes
quemaron tu corazón,
para cobrar tu sangre.
Nuestra rabia es infinita. Nuestra rabia es infinita
como infinita es tu distancia.
Aquí estamos todos, encendemos un relámpago
en tu nombre, somos tu descendencia.
Poema publicado el 11 de Marzo de 2008
No vuela el pájaro, el aire se posa en una rama.
En su quietud, la tarde amarillea como espesura
del más viejo cedro
y cae, tapiza el suelo del amargo silencio.
Junto a la tumba nace un coro de ayes. Trenan
los descendientes con ardor de vaciedumbre:
Antaño, fumabas habaneros a la orilla de lagos donde
el tiempo se detenía,
eras el bravucón viento-del-norte que se arremolinaba
sobre los pueblos
y ponía a temblar las raíces de los nacaztles,
hacías bajar a tierra las flores de los delfas blancuscos,
sacudías los huesos de árboles carne-de-perro
y abrías con tu caravana de bestias los ríos más profundos
de lado a lado.
Viejo comerciante, vaquero piel de haya, coraje de toro demoníaco,
rubio pez,
aquí encendemos un relámpago en tu nombre,
gritamos de furia y dolor por tu muerte de treinta y cinco
lunas,
nos arrancamos las sombras a pedazos, nuestras uñas
gotean oscuridad,
padre de mil generaciones,
por tus manos de sorda lumbre,
por tu pecho de rumoroso río,
por tu andar de fiera nómada,
por tu mirada ansiosa de montañas,
por tu mordida infelicidad morida a solas,
por tu queja de eterno insatisfecho.
Aquí encendemos un relámpago en tu nombre,
nos aliamos para quemar los corazones de quienes
quemaron tu corazón,
para cobrar tu sangre.
Nuestra rabia es infinita. Nuestra rabia es infinita
como infinita es tu distancia.
Aquí estamos todos, encendemos un relámpago
en tu nombre, somos tu descendencia.
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