1
Yo te traje este dolor. Ya no pude mantenerlo apartado de ti. A cada instante me persuadía de esto y en mi angustia boyaban las víctimas que fui asfixiando en mi memoria. Era gente sin nombre. Jamás se advirtió la desaparición de una. Lo que me consume es el ansia de no repetirme, una vez al menos, tornar nuestros cuerpos íntimos antes de despedirme de cada uno, rozarles el pánico, con extrema dedicación. Siempre atajé el dolor que ahora se arrastra en tu ser, cuidando de todos aquellos resignados de manera que no supieses nada. Pero ya no soportaba leer en los diarios que los crímenes eran todos iguales. Yo era el único capaz de probarles la diferencia. El dolor que sientes no es mayor que el mío. Fuimos traicionados por la incomprensión. Este mundo ya no es el nuestro.
2
Ella acostumbraba decirme que gastamos la vida en desconfianza: la afirmación de la fe no es más que una debilidad. Aquí dentro convivo con varios. No creen en nada, pero enloquecen al pensar en esto. Cómo imaginar que un dolor intenso pueda ser aplacado, al mismo tiempo, por la fe y por la razón. Todo crédulo es potencialmente loco. Mi madrecita jamás dudó de mí. Fui a buscarlos uno por uno en sus casas, tres, tres, eran siempre tres. No solamente habían matado a mis hermanos, vivían por allí divirtiéndose en robos. El suburbio es el lugar donde el infierno asienta su nido. Fueron mis únicos tres muertos, pero sobrevivieron en mi condena. Ya no son sospechosos. Todo el crimen recayó sobre mí. ¿Este es el camino de la fe o de la razón?
3
Donde vivo el tiempo decae como un saledizo previsto para estar allí siempre en pendiente. Lo que sea que acontezca, tendrá el mismo saldo. Un lugar así, donde la frustración justifica la injerencia del azar, yo lo tenía como consecuencia, crímenes, sí, propiciados por el ambiente. Aquellos chicos deambulaban por allí, lejos de la escuela. Unos musculosos me fascinaban, fui pescando los que me asombraban, me estimulaban. No había cómo desprenderme de ellos. ¿Hay una relación esencialmente fortuita entre causa y efecto? Unos lloraban tanto, los que más me gustaban, y desde temprano percibían lo que había de imprevisible en el destino. Otro rechazó todo esto, el gran amor que yo les dedicaba a todos. Mientras lo castraba, me dijo: tú no eres nada. No saldrás de aquí para ninguna parte.
4
¿Hay una hora justa para el crimen? ¿Cuándo debemos confundir los tiempos del verbo? ¿Por dónde vuelan tus piernas, redecoradas por el abismo? Las notas se acumulaban en el cuaderno, manuscrito agitado, mezclado con algunas siluetas, bosquejos de supuestas víctimas, esbozos de un suplicio. Ningún nombre, pero clara la intimidad con los atributos. La señora de la fiambrería ¿no ríe nunca? ¿Por qué aquel muchacho sólo renguea al entrar en la escuela? ¿Cuántas piernas se le deben poner al librero ciego? El cuaderno era todo un interrogatorio. Cuando fue encontrado se especulaba si quizá el autor no entorpecería cualquier investigación con su abuso de preguntas. Esto no se sabe. Tampoco si los crímenes irresueltos corresponden a algunas pistas encontradas en aquellos escritos. Apócrifo, el cuaderno fue publicado y ganó envidiable notoriedad. Hasta hoy de hecho no se sabe qué liga la literatura a la realidad.
5
No, yo no quemaría todo ahora, hay algunos papeles que podrían ser útiles en otro momento, toda prueba es circunstancial y aquí hay indicios que nos servirían llegado el caso. Sí, yo sé que quieres sentirte seguro, pero la evidencia es cómplice de toda falsedad, guardar algunos borradores puede asegurar una mejor versión de los hechos. No, yo no los entregaría jamás, en manos de cualquiera, estos documentos complicarían nuestras vidas, tales ases no pasan de ser resto de munición. Sí, yo sé que podemos arruinarnos el uno al otro, por esto estamos unidos, nunca dudamos de esto. Ah eso ni pensarlo, no creo que uno de nosotros sería capaz...
6
Estabas tan linda, en la manera como te desnudabas o te dejabas acariciar por mis palabras, ¿cómo pensar que la realidad pudiera tener algún efecto sobre nosotros? Es evidente que el arte tiene un empecinamiento, el de querer confundirse con la realidad. Nuestras vidas no valen nada, no habría ningún motivo para que el poema quisiera hacerse pasar por cualquiera de nosotros. El abismo realza las piernas de la caída y nunca pone en cuestión el origen del dolor. Y me besas mientras pruebo el vino de tu mirada. La realidad no deja ninguna duda sobre sus caprichos. ¿Por qué razón el arte se toma tan en serio?
7
¿Qué vemos en la repetición de los sueños? Una desventura inasequible de sombras y dioses caídos. La noche como máscara de la temporalidad, una palabra en busca de su personaje. Somos los primeros ancianos disfrazados en las distraídas esculturas del futuro. Por la noche el arte desfallece, mosaico de efectos grotescos. Épica del bosque: una sorda repetición de árboles hasta alcanzar la finitud de la risa. La poesía permitía vencer la lujosa materia de los lugares comunes. ¿Qué nos va quedando entonces? Un ejercicio de elipsis, un diálogo con el vacío, las viejas alianzas con los hábitos perdurables. ¿Quién habla hoy a través de sus versos? ¿Qué es la poesía? Una sombra entre las sombras, una inundación de hablas sin gestos, la diversidad innominada del vacío. Es de noche en tu cuerpo. Tras la invariable lección de los sueños, no se sabe. La poesía tropieza con ladrillos, harta de las medidas del hombre. La noche es fácilmente reconocida por ángeles extraviados. Es una feria de libros. No gira solamente el tiempo. Se vuelve la letra sobre sí misma, persigue entonces las vértebras del olvido. ¿Quién buscará la representación? Mi cuerpo es una esfera, con sus pasos perdidos. La noche mide la altura de los pretextos. ¿Habrán caído en desuso lo inefable y la artesanía? La poesía repite sordamente la muerte incesante de sus instrumentos.
8
Destruimos la idea de tiempo aliada a la idea de esfuerzo. Se tornó mecánica toda absorción de conocimiento. Ya nadie habla de sí mismo. La humanidad genera un desinterés progresivo. La prensa nos visita con palabras descascaradas, que perdieron el significado por exceso de uso. Todavía vemos alguna que otra sombra vagando por las calles en procura de una máscara que se adapte a su rostro. Me aterra el hábito, la virtuosa baranda donde el vértigo es ayunado y la sensualidad presumida. El hombre ya no duda de sí. Ya no prepara la madera para mantenerse en el invierno. Dedica su vida a librarse de lo que quiera que haya sido.
9
Una noche inscrita en su claridad irresistible. Aliento del fuego más allá de toda metáfora. Acéptame así al menos esta noche. Sentada allí a mi lado, no era la imitación de nada. Todo es discontinuo en el deseo. No caen imágenes del texto por simple placer. Este es el punto en que dejamos de ser la irreductible presencia que nos conforta y maltrata. Su belleza se desprendía de sí. Le gustaban los poemas repletos de singularidades palpables. El amor ya nos parece algo tan remoto que la poesía todavía lo aleja más con su exceso de metáforas. En eso pasaba la mano en mi rostro. Estamos yendo y viniendo. Nos ilusionan la imagen y la semejanza. El temblor de tu piel me habla más que el bullicio de la palabra. También la piel se encuentra perdida. Desfallece a la espera del amor. Guardas el nombre. Conservo su secreto celo. De igual manera nos ronda la inquietud. Iba hablando sin que su mano se despegara de mi rostro. El deseo se tornó anuncio del deseo. Las palabras de amor perdieron sus letras esenciales. Se convirtió en glamour la revelación de cada mínimo gesto. Sin que parase de hablar, allí estuve por horas. Entregado al prodigio de su visión. Su amor corre por mí como el tiempo, pequeño buda de todas las formas y rumores. Lo que ocurre con esta noche es que podemos asimilar su belleza, tocarla, caída resplandeciente recogida en cada gesto. Así es como nos equilibramos a la medida de nuestra imperfección. Dijo Wallace Stevens que el hombre bueno no tiene forma. Un hombre bueno en mí desea la mano de esa mujer siempre de nuevo en mi rostro. ¿El amor es todo? Me dijo: Irresistible tu claridad. La noche recomienza en cualquier momento. Siempre que tu rostro no se arrepienta de mi mano.
10
Un cuerpo lleno de lenguas que abre camino y hiere todo lo que procrea, irresistible forma curvada llorando el dolor llameante de la soledad. Un cuerpo que es el portal de todo júbilo, del fuego que se hace súplica incesante y prevalece sobre el tajo, la tempestad, la destrucción. Un cuerpo que nos guarda de ser lo que somos, que nos conoce por tantos nombres y que no para de engañarse. Un cuerpo profiriendo sus llamas (encantos, espejismos) y que se sienta puro aun ciego el espejo de la pureza. Un remo recubierto de musgo en cuyo cuerpo se mutila la inscripción de un camino sagrado. Un cuerpo que no sea más completo que los demás.
Traducción: Marta Spagnuolo
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