Muchos siglos atrás, tantos acaso
que la historia siquiera los contaba,
se podía escuchar el Universo.
En noches como ésta (Pink Floyd,
sonido digital, 100 Mhz.),
algún hombre, perdido en la montaña,
buscaba los caminos
del cielo y escuchaba
los motores del mundo,
las hélices galácticas rotando,
los engranajes de las constelaciones,
la fiesta de los astros,
el temblor de la vida.
En la autopista de la Vía Láctea,
sonaba el ruido cósmico
y el hombre percibía
aquel clamor remoto.
Música -le llamó- que fue perdiéndose
por los negros mesones de la noche,
hace ya tanto tiempo, quizá nunca.
De: La noche calcinada, 1996
Poema proporcionado por el autor
|