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Eterno castigo. - Poemas de David Porto Fanego


 
 
Eterno castigo.
Poema publicado el 22 de Junio de 2011

Lindo castigo
en que me enrollo
por escribir cien versos tan solo.
Y en este brinco,
ya tienes cinco.
Solo me quedan
noventa y cinco,
pero lo que no me falta es ahínco
en que me obligo
que lo consigo,
y compostura
es lo que persigo
la métrica en que todo lo digo.
Las rimas saltan
y no me fallan.
Poco a poquito
se me resaltan
estas ideas que me exaltan
con su locura
que contrastan con su cordura,
pero me atengo
a la escritura
sin distraerme de esta premura
ni por chiquito
sea el tantito.
Y a mi camino
de nuevo lo invito
que acabar el poema es lo que necesito
por abolengo
que es mucho y tango,
de casta viene,
de galgo vengo
a pagar los cien de mi devengo
con mucho tino
y buen destino.
Soy cabezota
de lo más fino,
el peregrino
que por la senda del poema viene
de entre sus sienes
con una verdad
que solo llene
el corazón amigo que tiene
y se alborota
cuando eso nota,
cuando esto siente,
y que abarrota
con sus besos los versos que anota.
Y ver bien ¡Mirad!
Voy por la mitad.
Solo un respiro
en la cantidad
de esta tarea hecha por amistad
¿Café caliente?
¡Coño, se siente!
¿Un cola cao tal vez?
¿¡Agua corriente!?
¡Pues vaya gente!
Que solo miro
darte respiro.
Pues entonces... ¡En pié!
que en un suspiro
pierdo el autobús con el que me inspiro.
Y con rapidez,
vuelvo a escribir otra vez.
¿Íbamos... dónde?
¡Ah, claro! ¡¡Rediéz!!
Lapsus senil, Alzheimer o idiotez
¡Adiós mi caché!
¡Snif! Pues tenía un notable diez.
Porque cien versos
no es un canapé
fácil de comer, más bien un cuplé,
encargo donde
te pide un conde
letra de canción,
que le ahonde
a esa dama que le responde
amor adverso
y tan perverso,
y en el trabajo
te ves inmerso
de encontrar el hueco en tu propio universo
que con ilusión
llegue al corazón.
Así yo busco
en tu corazón
poner la flor de un beso en este son.
Y en mi agasajo
no hay trabajo,
porque es sencillo
hallar un gran atajo
cuando hay cariño y desparpajo
y no rebusco
lo que ya luzco.
Amor de amigos
al que conduzco
y, al llegar al final, me introduzco
bajo tu brillo
cascabelillo.

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