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Dora mona - Poemas de YANIRA SOUNDY


 
 
Dora mona
Poema publicado el 17 de Septiembre de 2006


      Era una niña de pupilas hondas, un astro nocturno a los fulgores, un
      corazón rebosante de sueños..."Dora Mona" su sobrenombre, así la bautizó
      mi hermano, porque según él, aquella niña era tan fea como una mona.
     
      Dora Mona partía a los jardines, diciéndome que eran países extraños y
      corría con sus pies desnudos sobre el suelo mojado después de la lluvia.
     
      Las gotas de rocío, nuestras amiguitas llorosas, se vestían de lirios y
      nos cernían de rosas...La tarde ponía un poco de color en su pincel y una
      lánguida brisa nos acariciaba las sienes.
     
      -        Es tan distinta a mi, pensaba al verla jugar con mis muñecas.
      Mientras yo hablaba al viento que acarreaba translúcidas olas de
      inmensidad, aprovechando el menor descuido de mamá, para correr al baúl
      donde me esperaban las cartas, poemas y libros de mi tío Ricardo.
     
      Dora Mona que me observaba desde el patio, no dejaba pasar ese momento
      para apoderarse de mis juguetes.
     
      A Dora Mona no le importaban el trino del jilguero, la honda queja del
      mar, ni el viaje de las nubes, todo eso era parte de un mundo que ella
      conocía plenamente. A pesar de su edad,  ella era viva, ágil y astuta,
      hablaba de hacer un trueque de muñecas por abrigos de ramas en flor, y yo
      reía al ver sus intenciones.
     
      -Tráeme rosas que derramen su perfume en la luz y un hermoso príncipe que
      me enseñe que es el amor. Le decía.
     
      Y Dora Mona, ponía su carita triste...y contestaba:
     
      -Ven y juguemos a las cocineras. Sus grandes pupilas negras miraban el
      horizonte palpitante, como caracoles nocturnos, mientras su pelo lacio se
      pegaba a su frente sudorosa.
     
      Entonces, mi espíritu de niña atravesaba las estrellas con las alas
      abiertas...
     
      Un domingo de invierno, en que Dora Mona y su madre Lydia, nuestra
      cocinera, habían salido a su pueblo, decidí entrar a su escondite
      predilecto, su cuarto, y encontré todos los juguetes que desde mucho
      tiempo atrás había dado por perdidos.
     
      Los dejé en el mismo sitio y esperé a que regresará para reclamarle.
     
      Dora Mona al enterarse que ya la había descubierto, rompió en llanto.
      ¡Nunca antes le vi con el rostro tan feo!...
     
      Al verla de ese modo, le dije que se quedará con los juguetes. Pero Dora
      Mona, con gran indiferencia me los devolvió.
     
      Pasaron unas cuantas semanas después de aquel incidente, Dora Mona no me
      acompañaba más a visitar a las hierbas sin nombre, a las hormigas con sus
      duras faenas, ni a la Virgen de la Cueva...
     
      Me miraba de lejos, mientras cantaba mi corazón en el pulso de los
      árboles:     
              -Los grillos siempre cantan,
              con vocecitas viejas...
      Y Dora Mona corría a las faldas de su madre...
     
      Al poco tiempo Lydia nos dijo que se iba de casa para trabajar en un
      restaurante.
     
      Dora Mona empezó a visitar mi reino infantil, yo sabía que se preparaba
      para su partida y que su idea era llevarse todos los juguetes que pudiera.
     
      Cuando se fue con su madre, llevaba escondidos en una caja de cartón los
      mismos juguetes que yo había descubierto en su escondite, aquel domingo de
      invierno...
      Su carita resplandecía de felicidad.
     
      -Dora Mona es tan distinta a mí. Pensaba al verla partir con su sonrisa
      burlona, creyendo que yo no la había descubierto.

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