Los viajes de ezequiel - Poemas de Winston Morales Chavarro
Los viajes de ezequiel
Poema publicado el 06 de Junio de 2007
Entre trompetas feéricas
-Altas trombas que viajan por el éter-
tuvo sus visiones Ezequiel.
Arabescos timbrados en el aire
Le advirtieron de las cosas
Que buenamente ocurrirían
A través de las ranuras de la noche.
Y vio Ezequiel todo lo que acontecería en un futuro:
Cómo estaría de cambiante todo,
Cómo el caballo del Apocalipsis
Transitaría por las hordas del desierto
Hasta arrasar con los campanarios de la iglesia.
El remolino de bronce y fuego
En el cual se movilizaba
Lo transportó por la antigua tierra de Judá ,
También por los tiempos
Posteriores a su carne;
Tiempo de la guillotina
Que se descuelga de los territorios de Proserpina
Masacrando el cráneo del revólver,
Del cuchillo, de la honda.
Y vio Ezequiel a través de las órbitas del cielo
Las huestes de los pueblos levantándose,
Desmoronándose como castillos de naipes,
Como una soldadesca de plomo
En las orillas de las llamas.
Y escuchó Ezequiel los quejidos de la tierra
Los timbales de los cuarzos en lo profundo del espejo.
E interpretó Ezequiel,
cómo avanzaba todo,
Cómo se movilizaban las grandes guarniciones de la guerra,
Los ejércitos del hambre
Los números del desalmado en las inscripciones de las altas cordilleras.
Y sintió Ezequiel,
otra mañana,
Otro sueño rodando por la casa del durmiente,
Otro sol, otra sombra
Otro Ezequiel observándose a sí mismo.
Poema publicado el 06 de Junio de 2007
Entre trompetas feéricas
-Altas trombas que viajan por el éter-
tuvo sus visiones Ezequiel.
Arabescos timbrados en el aire
Le advirtieron de las cosas
Que buenamente ocurrirían
A través de las ranuras de la noche.
Y vio Ezequiel todo lo que acontecería en un futuro:
Cómo estaría de cambiante todo,
Cómo el caballo del Apocalipsis
Transitaría por las hordas del desierto
Hasta arrasar con los campanarios de la iglesia.
El remolino de bronce y fuego
En el cual se movilizaba
Lo transportó por la antigua tierra de Judá ,
También por los tiempos
Posteriores a su carne;
Tiempo de la guillotina
Que se descuelga de los territorios de Proserpina
Masacrando el cráneo del revólver,
Del cuchillo, de la honda.
Y vio Ezequiel a través de las órbitas del cielo
Las huestes de los pueblos levantándose,
Desmoronándose como castillos de naipes,
Como una soldadesca de plomo
En las orillas de las llamas.
Y escuchó Ezequiel los quejidos de la tierra
Los timbales de los cuarzos en lo profundo del espejo.
E interpretó Ezequiel,
cómo avanzaba todo,
Cómo se movilizaban las grandes guarniciones de la guerra,
Los ejércitos del hambre
Los números del desalmado en las inscripciones de las altas cordilleras.
Y sintió Ezequiel,
otra mañana,
Otro sueño rodando por la casa del durmiente,
Otro sol, otra sombra
Otro Ezequiel observándose a sí mismo.
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