Cerca del cielo vive mi amor... - Poemas de Santiago Oreggia
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Cerca del cielo vive mi amor...
Poema publicado el 08 de Agosto de 2005
Cerca de las calles, hay muchas luces encendidas,
son las de los angeles que habitan en sus moradas monarquiales.
En una de ellas, allá en los lares de Castelar, cerca del cielo, del infinito,
de mi amigo Murius poeta interplanetario, dueño de galaxias y estrellas,
hay una luz especial.
En su interior reside un ángel especial,
dorado, muy dorado por la intensidad del sol,
que la cobija con sus rayos y la protege de los espíritus.
Que la seduce de día y la consiente de noche,
como a los niños cuando reciben los afectos de amor,
o a las plantas, cuando se las riega a diario.
Allí, en las alturas de la inmensidad, la luz de mi ángel dorado,
brilla como ninguna otra.
Murius que todo observa desde el cielo...
con una sonrisa cómplice me mira y percibe mi pensamiento.
Bajando como una cometa de los espacios siderales,
llega al balcón de mi ángel dorado,
Extrae su viola y los acordes acallan el poco silencio de la noche,
abre sus labios y flores en forma de poemas se desprenden de ellos.
De repente, la luz lo encandila, el ángel dorado se asoma y queda
encantado por la magia de su musa.
Así se fue la noche
y Murius al amanecer, al compás de su amigo sol,
regreso a su mundo.
El día ya estaba presente, y mi ángel dorado, aquel
que vive en los lares de Castelar, amaneció con una cierta sonrisa en su interior.
Los acordes de Murius encendieron su corazón y con,
alegría, le grito a su amante el sol:
¡Buen día vida, que hermosa eres!
Hoy tengo nuevos bríos, nuevas esperanzas...
Hoy mi alma se inunda de valor, para
navegar en busca de ese estado que me pertenece,
Que es la felicidad.
Reservados todos los derechos Santiago Oreggia©
Poema publicado el 08 de Agosto de 2005
Cerca de las calles, hay muchas luces encendidas,
son las de los angeles que habitan en sus moradas monarquiales.
En una de ellas, allá en los lares de Castelar, cerca del cielo, del infinito,
de mi amigo Murius poeta interplanetario, dueño de galaxias y estrellas,
hay una luz especial.
En su interior reside un ángel especial,
dorado, muy dorado por la intensidad del sol,
que la cobija con sus rayos y la protege de los espíritus.
Que la seduce de día y la consiente de noche,
como a los niños cuando reciben los afectos de amor,
o a las plantas, cuando se las riega a diario.
Allí, en las alturas de la inmensidad, la luz de mi ángel dorado,
brilla como ninguna otra.
Murius que todo observa desde el cielo...
con una sonrisa cómplice me mira y percibe mi pensamiento.
Bajando como una cometa de los espacios siderales,
llega al balcón de mi ángel dorado,
Extrae su viola y los acordes acallan el poco silencio de la noche,
abre sus labios y flores en forma de poemas se desprenden de ellos.
De repente, la luz lo encandila, el ángel dorado se asoma y queda
encantado por la magia de su musa.
Así se fue la noche
y Murius al amanecer, al compás de su amigo sol,
regreso a su mundo.
El día ya estaba presente, y mi ángel dorado, aquel
que vive en los lares de Castelar, amaneció con una cierta sonrisa en su interior.
Los acordes de Murius encendieron su corazón y con,
alegría, le grito a su amante el sol:
¡Buen día vida, que hermosa eres!
Hoy tengo nuevos bríos, nuevas esperanzas...
Hoy mi alma se inunda de valor, para
navegar en busca de ese estado que me pertenece,
Que es la felicidad.
Reservados todos los derechos Santiago Oreggia©
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