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Dd. dd. - Poemas de SANTIAGO AZAR


 
 
Dd. dd.
Poema publicado el 23 de Noviembre de 2004


      Vamos a rajar la tierra,
      vaciar el océano tan infinito,
      respirar ese aire de entonces
      y ver si los árboles me dicen algo,
      si guardan secretos en sus raíces,
      si en primavera tiritan de espanto
      y las flores devuelven los rostros tragados por años.
      Cómo es posible que a estos muchachos
      se les vele en el sonido metálico de los cañones
      y hagan una corona los gritos
      enfilados de uno en uno,
      como marchando en una mañana de uniformes.
      Y estos muchachos, y las balas en la nuca!
      Quién me dice dónde están?. Aquí los quiero,
      como en aquellos días con una espada para el porvenir.
      Y se me aparecen, pero no los tengo,
      porque son tantos, son como el dolor repartido e inmenso,
      en la sombra más amarga de quedar sin aliento.
      Quién me puede decir dónde está esta memoria robada?
      Para traer de vuelta a los pájaros de la mesa compartida.
      Tráiganlos por nombres, no importa el orden,
      en brazos, caminando o cantando.
      Ellos están más vivos que yo,
      ninguno fue superado por el cuervo devorando el tiempo,
      se armaron con puños y  apretaron los dientes
      y la muerte salió corriendo asustada por la valentía
      y los muertos hicieron realidad el sueño de la resurrección en una boca.
      Tráiganlos a todos, que no falte ninguno,
      que hable la espalda que esperó los balazos sin piedad,
      que hable la jaula que se lleva a cuestas,
      que hable la primavera coja en una mañana de humos,
      que se le dé la palabra a los que perdieron la lengua.
      Se los suplico, mírenme a los ojos derretidos por una lágrima,
      díganme dónde están, como si en verdad fuese una llama,
      tan inocente, tan tierna como libro de escuela.
      Se los suplico a ustedes, enterrados en el patio trasero,
      en el aliento de las caracolas de la miseria,
      en los desiertos de un corazón amarrado,
      háblenme sílaba por sílaba,
      al principio de la vocal de la vida,
      en la guitarra nueva con las cuerdas de un pueblo levantado.
      Háblenme, muchachos, aquí estoy, soy de ustedes,
      mi alma les pertenece, tiene vuestras pisadas gigantes,
      levántense donde quiera que estén, vengan a mi casa,
      he preparado el mejor de los almuerzos,
      hay vino en todas las copas y un brindis esperando,
      o si quieren yo los recojo y unto la boca en el océano,
      o golpeo puerta por puerta, aquí en los campos,
      en la indefinibles piedras de los ríos,
      en los estadios inundados de rosas muertas,
      en los cuarteles del hambre donde hicieron fe los lobos.
      Pero aquí los espero, con toda la paciencia de una enfermedad que no para,
      y estos besos de vuestras madres, y lo de mañana,
      y el hijo clavado en la soledad de un apellido roto,
      todos esto les pertenece, así como mis extremidades, mis miembros,
      porque las estrellas de este Chile desatado,
      se hincarán cuando pasen gritando al infinito sus nombres,
      y verán que todos estaremos esperando vuestra llegada, ya no importa cómo,

      porque por primera y única vez
      la bandera de la patria flameará hacia los cuatro vientos
      y un suspiro de descanso permitirá llorar este diluvio.

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