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Oracion de un alcohólico - Poemas de Salvador Nedy Sardan Orozco


 
 
Oracion de un alcohólico
Poema publicado el 21 de Junio de 2013

ORACIÓN DE UN ALCOHÓLICO

Señor… estoy aquí…
suplicando tu perdón,
con el cerebro embriagado
y mi corazón desesperado.
Perdón señor, porque destruí mi vida
para convertirme en lo que soy,
un vagabundo miserable
sin esperanza y sin ilusión

Soy malo mi Dios, lo reconozco
y no merezco tu perdón,
pero yo no siempre fui así.
yo era un hombre de bien,
enamorado de la vida
y agradecido con Dios,
porque lo tenía todo,
una hermosa mujer
a la que amaba con toda mi alma,
dos hijos maravillosos
que eran la razón de mi existencia.


Todas las mañanas muy temprano,
me iba al trabajo lleno de alegría,
le metía duro a la chamba
y retornaba cansado por las tardes,
pero feliz por tanta dicha
que tu señor me habías regalado.


Una trágica tarde de agosto,
por esas cosas del destino,
me fui temprano para la casa,
quería regalarme un descanso
para disfrutar con mi familia,
volvía ilusionado
tejiendo planes y pensando
en la sorpresa que les daría…


¡Vaya, si que fue sorpresa!
entré sigiloso y abrí la puerta de repente
y entonces mi alegría…
se tornó en horror y amargura


Allí estaba la mujer que tanto amé
mancillando mi lecho y mi dignidad
con quién yo consideraba mi mejor amigo,
aquel que me daba consejos
y me hablaba de la moral y la lealtad


Sentí el puñal de la traición
desgarrando mi corazón,
una rabia incontenible
que me brotaba del pecho
y un grito de angustia
que se ahogaba en mi garganta

Quise matar a los dos,
destrozarlos en mil pedazos
para vengar su afrenta,
pero me faltó valor…
Salí huyendo de aquel lugar
como perseguido por mil demonios,
caminé sin rumbo ni destino,
quise olvidarme de todo y de todos,
quise olvidarme hasta de Dios,
porque en mi amargura y decepción
pensé que Dios también me había olvidado.

Pero los recuerdos me enloquecían
y me estallaban en la cabeza,
quería gritar a los cuatro vientos
toda mi rabia y mi impotencia,
y me mordía los labios
para llorar en silencio aquel dolor
que me quemaba el alma.

Dicen que el alcohol mata las penas
y yo quería en el licor ardiente
enterrar todo el dolor
que laceraba mis entrañas
Bebí y bebí sin detenerme,
bebí y bebí con rabia y desesperación,
hasta quedar tendido
sobre el suelo hediondo
de aquella calle abandonada,
bajo el manto oscuro de la noche
testigo silencioso de mi tragedia

Desde entonces he visto pasar los años
perdido entre el alcohol y mi soledad,
vivo y duermo entre los basurales,
con mi cuerpo curtido por el trago,
con mis viseras carcomidas de cirrosis,
con mi mente desquiciada por el licor.

Hace un tiempo atrás,
vi pasar frente a mí
a una bella damita de sociedad
irradiando su alegría y su juventud,
y en mi delirante imaginación
vi dibujarse en su rostro juvenil
la tierna sonrisa de mi niña

¡Hija! Le grité ¡eres mi hija!
y por un impulso paternal
me abalancé torpe y emocionado
para estrecharla entre mis brazos,
ella me rechazó furibunda
arrojándome contra el suelo
y me escupió en la cara
con rabia todo su desprecio

La vi perderse en la distancia
como se perdieron mis sueños y esperanzas,
y lloré… lloré lágrimas de alcohol,
lágrimas que quemaban
mi rostro adormecido
y mi alma desconsolada


Algún tiempo después,
en la misma calle,
en el mismo lugar,
vi asomarse hacia mí
a un joven amable y gentil,
que me miraba compasivo
mientras colocaba una moneda
en mis agrietadas manos,
le miré agradecido a los ojos,
entonces sentí un estremecimiento
que sacudía todo mi cuerpo

¡Era mi hijo...!
¡Mi hijo señor… mi hijo…!
¡mi pequeño niño hecho hombre!
Quise gritarle cuanto lo quería,
que nunca lo había olvidado,
y  tuve que apretar los labios
para ahogar aquel grito desesperado
que se escapaba de mi garganta.

Por eso estoy aquí señor,
postrado ante tu presencia,
ya mi cuerpo no tiene remedio,
el alcohol ha destrozado todos mis órganos
que se me salen a pedazos
en cada trago de licor,
solo te pido en mi agonía
un poco de paz para mi alma
yo solo quiero tu perdón
¡Ayúdame señor...!

¡Oh Dios...! ¿Qué es eso?
¡Veo una luz brillante
Que viene hacia mí...!
¡Y ese rostro...! ¡Y esa cruz...!
¿Eres tú mi Jesús...?
¡Gracias… gracias señor...!
¡Estoy salvado…estoy salvado...!

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