Iii (diario de un mÁrtir) - Poemas de JUAN CLEMENTE ZENEA
Iii (diario de un mÁrtir)
Poema publicado el 20 de Abril de 2007
¡Catorce veces! -¡Una vida entera!-
Al llegar este día,
despertaba mi hermosa compañera
sonriendo de esperanza y de alegría.
Era que entonces recordaba, cuando
rendida el alma ardiente,
en una hora feliz puse temblando
la corona nupcial sobre su frente.
Y hoy, al abrir sus ojos, ¡qué amargura!
¡Oh! ¡Cómo habrá sufrido!
al comparar su inmensa desventura
con las delicias del placer perdido.
En bello porvenir albas hermosas
yo tierno le anunciaba
y al renovar los lirios y las rosas
incienso y mirra en el altar quemaba.
Era todo placer, fiesta solemne.
Y un ángel Dios quería
que encendiese la lámpara perenne
que ante la imagen de mi amor ardía.
Nunca turbamos con el ceño adusto
la paz del sentimiento;
y nos bastaban para dicha y gusto
modesta casa y corazón contento.
La postrera ocasión que así nos vimos,
libre el alma de engaños,
en el gozo habitual nos prometimos
saludar el mejor de nuestros años,
y así seguir sin vanidad ni orgullo,
cuidados ni temores,
viendo el tiempo correr sin un murmullo
como un agua que corre entre las flores,
y al apagar la juventud su fuego,
ver en tarde callada
el tibio sol de la vejez... y luego
su tumba al lado de mi tumba helada.
Y soñamos al fin de humanas cuitas.
Dos cruces y dos losas;
sobre mi cruz humildes margaritas,
sobre su cruz fragantes tuberosas.
Mas no vimos al ver tantas bondades
y bendecir al cielo,
las aves que presagian tempestades
tras nuestra barca en fugitivo vuelo.
Y llegó la tormenta: -se ennegrecen
los densos nubarrones;
las olas con las olas se enfurecen,
silban y braman rudos aquilones;
¡y nos hunden, mi bien, hados impíos
en un momento aciago!
¡Y en el revuelto mar, yo con los míos
en esta noche de dolor naufrago!
Poema publicado el 20 de Abril de 2007
¡Catorce veces! -¡Una vida entera!-
Al llegar este día,
despertaba mi hermosa compañera
sonriendo de esperanza y de alegría.
Era que entonces recordaba, cuando
rendida el alma ardiente,
en una hora feliz puse temblando
la corona nupcial sobre su frente.
Y hoy, al abrir sus ojos, ¡qué amargura!
¡Oh! ¡Cómo habrá sufrido!
al comparar su inmensa desventura
con las delicias del placer perdido.
En bello porvenir albas hermosas
yo tierno le anunciaba
y al renovar los lirios y las rosas
incienso y mirra en el altar quemaba.
Era todo placer, fiesta solemne.
Y un ángel Dios quería
que encendiese la lámpara perenne
que ante la imagen de mi amor ardía.
Nunca turbamos con el ceño adusto
la paz del sentimiento;
y nos bastaban para dicha y gusto
modesta casa y corazón contento.
La postrera ocasión que así nos vimos,
libre el alma de engaños,
en el gozo habitual nos prometimos
saludar el mejor de nuestros años,
y así seguir sin vanidad ni orgullo,
cuidados ni temores,
viendo el tiempo correr sin un murmullo
como un agua que corre entre las flores,
y al apagar la juventud su fuego,
ver en tarde callada
el tibio sol de la vejez... y luego
su tumba al lado de mi tumba helada.
Y soñamos al fin de humanas cuitas.
Dos cruces y dos losas;
sobre mi cruz humildes margaritas,
sobre su cruz fragantes tuberosas.
Mas no vimos al ver tantas bondades
y bendecir al cielo,
las aves que presagian tempestades
tras nuestra barca en fugitivo vuelo.
Y llegó la tormenta: -se ennegrecen
los densos nubarrones;
las olas con las olas se enfurecen,
silban y braman rudos aquilones;
¡y nos hunden, mi bien, hados impíos
en un momento aciago!
¡Y en el revuelto mar, yo con los míos
en esta noche de dolor naufrago!
¿Te gusta este poema? Compártelo:
«« más poemas de JUAN CLEMENTE ZENEA