1
Suena el color dorado en las orillas del ojo,
del mar del ojo, del mal de ojo.
Sueña una imagen color naranja
con ser, eternamente,
una perseguidora quintaesencia.
Por eso, a las trampas del ojo
me encomiendo.
Y me inflamo, por si llegan a tiempo
las pesadillas del cristalino.
2
Caer en la trampa es ver racimos plateados
en lo alto de las palmeras cordobesas y en
las raíces de los tamarindos sanandrescanos.
Y es también, a menudo, sostener diálogos
agridulces con animales de origen incierto.
3
Mis ojos, encandilados por tu desnudez,
tienen toda la noche por delante.
4
El amor, rodeado casi siempre por un antojo
de olvido, avanza resuelto hacia las trampas
creadas para cazar osos con piel de leopardo
y serpientes con plumaje de cóndor.
Y el amor sobrevive a las heridas y ruge,
voladora, la envidia de los venenosos.
5
Árboles húmedos pueblan la tierra
de la memoria.
Ojos de agua llenan las ingles
de invenciones jugosas.
El lenguaje es la más pronunciada
de las trampas.
6
–A estas palabras menudas se las va a llevar
la trampa, me aseguras.
Y añades en voz baja:
–Ojo con el hoyo hirviente
de las bellas bailarinas tramposas.
7
Muero por deslizar, verticalmente,
mi lengua entre tus labios.
Por humedecer, horizontalmente,
el imposible rencor de tus encías.
Se me antojan tus ojos cuando,
repletos de placer, miran empavesados
espejismos.
Desnúdate. Blanquea la oscuridad.
Ya crecieron mis uñas.
Ya encaminadas van hacia tus labios.
8
No hagas trampas.
Mejor impulsa a nuestro hijo de aire
por el camino del ciclón.
9
¿Cómo escribirte en verso lo que miro,
si en todas mis palabras hay ceguera?
10
–Hoy amanecí con antojo de trampa,
señalaste.
–Hoy crecerán las ojeras de los
perros, añado, temeroso de caer en una trampa
rabiosamente perra.
(Llegan ladridos de color morado.
Cae la puerta de color ladrido.)
11
Repleta de sentido está la luna,
llena de nuestros rastrojos destrampados.
Pleno por la luminosidad del canto,
en los extremos de la noche aparece tu lunar.
12
Nubes a lo lejos,
sobre el hilo tenso de la carretera.
Frente a nosotros,
manos azules desanudando
el hilo tenso de la carretera.
Puestos a secar,
tus deseos cuelgan
del hilo tenso de la carretera.
13
En las trampas de los ojos
el paisaje y su escritura verde,
la tierra y su amor calizo,
la luz y sus remolinos amarillos.
El tránsito hacia los escalofríos,
hacia el vestido recto de la noche,
hacia el agua embriagante de la cercanía.
La plenitud de tu flor abierta
en el espejo, de tu cintura encerrada entre mis manos,
de tus labios en el lugar común
de mi nombre completo.
14
Ahora, rojo es el lenguaje,
rojo como mi lengua cuando pasa
sobre la flor labiodental del flamboyán.
Ahora, tu cara es roja,
roja como cuando se enfrenta
a la rubicundez arrugada de mi cara.
Ahora, más que nunca,
rojo antojo de tus grandes ojos.
(Sobre una llave de agua, canta un gallo
blanco a punto de enrojecer.)
15
La cordobesa vuelve a ser niña
en el cafetal.
Las luciérnagas salen a ver sus ojos
donde apenas comienza a lloviznar.
Los árboles más altos la envuelven
con su desenvoltura.
Los grillos insisten:
cantar es lo mismo que volar.
Las luciérnagas, ya como estatuas
de las estrellas,
aumentan la espesura del cafetal.
La cordobesa despierta de su infancia
mas los grillos insisten:
volar es lo mismo que cantar.
16
Otro día sin verte, sin poner mis pupilas
encima de tus trampas.
Quiero decir: encima de tus rodillas sin cicatrices,
de tus labios amameyados, de tus afiladas
rencillas rojas, de tus palabras claves
que continuamente preguntan si te entiendo.
Otro día sin verte, otras horas
de amarte a cielo abierto,
de acariciarte en un aire ya sujeto
por mi collar de uñas enterradas.
17
Mayo se hizo presente y las nubes entraron
a la casa tomando posesión de los floreros.
Te imagino con la cara lavada en una mecedora, puliendo
monedas de oro. El escaso viento palúdico
me trae un olor a camarones vivos, a tehuanas
con frialdad de cerveza en los aretes.
Un perro iluminado por Toledo trata de morder
tus tobillos. Las monedas de oro caen sobre el
mosaico y dan con el canto en el origen de
los ladridos.
Todo se dispersa. Mayo se deja encadenar por el
pintor, y el artista y el mes se van con sus
resplandores a otra parte.
Junio se hace presente con sus altanerías.
Es decir, con sus fechas de muerte, rabia y nacimiento.
18
Se me antoja caer en una trampa.
Se me antoja escribir que se me antoja
caer en una trampa.
Si no es una trampa, escribir es,
al menos, una caída al pie de la letra.
19
Mis manos, en tu espalda,
desconocen la artritis
y las sombras de la deformación.
Mis manos, en tus muslos,
no piensan en un río
ni en la inconsciencia de la navegación.
Mis manos, en tus manos,
no extrañan cuello alguno
ni se avergüenzan
de un antojo de trampa,
de una esperanza de mutilación.
20
TRAMPANTOJO. (De trampa ante ojo).
M. fam. Ilusión, trampa, enredo o artificio
con que se engaña a uno haciéndole ver
lo que no es.
Diccionario de la Real Academia Española
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