Aquella puerta abierta de noche - Poemas de Frak Torres Vergel
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Aquella puerta abierta de noche
Poema publicado el 20 de Agosto de 2009
Afuera una anciana respira en una mecedora,
en frente de la entrada el espejo histriónico,
la sala vacía soportando ella sola la rutina,
la verdad interna de todos transparentada en esa luz amarilla inconsciente.
Varias cenas solitarias,
ese frío y abandonado rincón inferior,
el polvo hidrófilo de invierno sumido en el sillón,
la foto de un muerto que sonríe convertido en fantasma.
Ese sombrío piano vertical que sufre el propio silencio de su muro adyacente,
ese mutismo en el aire que añora las risas perdidas, extraviadas,
el recuerdo del jardín interior con helechos, yedras y toronjiles,
el presente de siempre,
su mano en partida, mis ojos en regreso
y esa sonrisa eterna clavada en mi tristeza de infancia.
El juego prometido en el timbre estridente,
la dramática felicidad de la piñata en ojos vendados,
el velorio y su tenue llovizna de lágrimas.
Un hombre solo de llanto escleroso que se observa a sí mismo,
los pasos en fuga lenta hacia otro lugar de la casa,
a media luz el esplín de una figura inclinada, casi una sombra.
No quiero cerrar la puerta, esa cámara fotográfica de imágenes apartadas,
no cierres la puerta, todavía no termino de entenderme.
Poema publicado el 20 de Agosto de 2009
Afuera una anciana respira en una mecedora,
en frente de la entrada el espejo histriónico,
la sala vacía soportando ella sola la rutina,
la verdad interna de todos transparentada en esa luz amarilla inconsciente.
Varias cenas solitarias,
ese frío y abandonado rincón inferior,
el polvo hidrófilo de invierno sumido en el sillón,
la foto de un muerto que sonríe convertido en fantasma.
Ese sombrío piano vertical que sufre el propio silencio de su muro adyacente,
ese mutismo en el aire que añora las risas perdidas, extraviadas,
el recuerdo del jardín interior con helechos, yedras y toronjiles,
el presente de siempre,
su mano en partida, mis ojos en regreso
y esa sonrisa eterna clavada en mi tristeza de infancia.
El juego prometido en el timbre estridente,
la dramática felicidad de la piñata en ojos vendados,
el velorio y su tenue llovizna de lágrimas.
Un hombre solo de llanto escleroso que se observa a sí mismo,
los pasos en fuga lenta hacia otro lugar de la casa,
a media luz el esplín de una figura inclinada, casi una sombra.
No quiero cerrar la puerta, esa cámara fotográfica de imágenes apartadas,
no cierres la puerta, todavía no termino de entenderme.
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