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El diablo de la autopsia - Poemas de FLORIANO MARTINS


 
 
El diablo de la autopsia
Poema publicado el 21 de Mayo de 2004

               



¿En qué parte de sí el muerto se esconde? ¿Desde cuándo se tornó su adversario supremo? No sé si debo propagar sus pasos. La figura del apóstol se confundió con la del libro. La propagación se vulgarizó. Todos los hombres son libros, hasta que son desleídos o despublicados. Lo que era para ser pronunciamiento se tornó retractación. ¿Cuántas veces usar pegamento para adherir la memoria de un hombre a su propia cara? ¿Con qué base contar, cuando nadie quiere acordarse de sí? ¿Tratar entonces de la necropsia de la memoria perdida del ser? El hombre explota en sí en pecados y no triunfa ante ellos. Jamás dejó de triunfar y tampoco busca revisar la idea de pecado. ¿Un concepto gastado? El triunfo se justifica por sí mismo y los torpes acaban siendo los mayores pecadores, por ver perversidad y tortura donde no hay sino conquista. Es siempre el mismo cadáver podrido el objeto de la afirmación de una época. Ni el difunto mismo podría imaginar que durase tanto. No importa ser superior o inferior a Dios. La moral es más perversa que la memoria. Por eso los vivos tratan siempre de olvidar todo. Un bisturí apenas, todos los portones abiertos, gente de todas partes dispuesta al flagelo — ¿qué lujuria mayor que apagar en sí las intrusiones más obvias del acaso y su teatro de súplicas? El hombre es siempre un engaño.
— ¿No acabas así con todas las pretendidas certezas?
_Sí, tienes razón. El hombre no pasa del efecto de sus expectativas.




Traducido al español por Benjamín Valdivia





O DIABO DA AUTÓPSIA

Em que parte de si o morto se esconde? Desde quando se tornou seu adversário supremo? Não sei se devo propagar seus passos. A figura do apóstolo confundiu-se com a do livro. A propagação vulgarizou-se. Todos os homens são livros, até que sejam deslidos ou despublicados. O que era para ser pronúncia tornou-se retratação. Quantas vezes usar betume para pregar a memória de um homem à sua própria tez? Com que alicerce contar, quando ninguém quer lembrar-se de si? Tratar então da necropsia da memória perdida do ser? O homem explode em si em pecados e não triunfa além deles. Jamais deixou de triunfar e tampouco propôs rever a idéia de pecado. Um conceito gasto? O triunfo justifica-se por si mesmo e os tolos acabam sendo os maiores pecadores, por verem perversidade e tortura onde não há senão conquista. É sempre o mesmo cadáver podre o objeto da afirmação de uma época. Nem mesmo o defunto poderia imaginar que durasse tanto.  Não importa ser superior ou inferior a Deus. A moral é mais perversa do que a memória. Por isto os vivos tratam sempre de esquecer tudo. Um bisturi apenas, todos os portões abertos, gente de toda parte disposta ao flagelo – qual luxúria maior do que apagar em si as intrusões mais óbvias do acaso e seu teatro de súplicas? O homem é sempre um engano.
— Não estropias assim todas as pretensas certezas?
— Sim, tens razão. O homem não passa do efeito de suas expectativas.

       

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