Aquí,
Ramón Collar,
prosigue tu familia soga a soga,
se sucede,
en tanto, que visitas, tú, allá, a las siete espadas, en Madrid,
en el frente de Madrid.
¡Ramón Collar, yuntero
y soldado hasta yerno de su suegro,
marido, hijo limítrofe del viejo Hijo del Hombre!
Ramón de pena, tú, Collar valiente,
paladín de Madrid y por cojones. ¡Ramonete,
aquí,
los tuyos piensan mucho en tu peinado!
¡Ansiosos, ágiles de llorar, cuando la lágrima!
¡Y cuando los tambores, andan; hablan
delante de tu buey, cuando la tierra!
¡Ramón! ¡Collar!¡A ti! ¡Si eres herido,
no seas malo en sucumbir; refrénate!
Aquí,
tu cruel capacidad está en cajitas;
aquí,
tu pantalón oscuro, andando el tiempo,
sabe ya andar solísimo, acabarse;
aquí,
Ramón, tu suegro, el viejo,
te pierde a cada encuentro con su hija!
Te diré que han comido aquí tu carne,
sin saberlo,
tu pecho, sin saberlo,
tu pie;
pero cavilan todos en tus pasos coronados de polvo!
¡Han rezado a Dios,
aquí;
se han sentado en tu cama, hablando a voces
entre tu soledad y tus cositas;
no sé quién ha tomado tu arado, no sé quién
fue a ti, ni quién volvió de tu caballo!
Aquí, Ramón Collar, en fin, tu amigo.
¡Salud, hombre de Dios, mata y escribe!
10 de septiembre 1937
De España, aparta de mí este cáliz
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