Las guerras de ayer y de hoy - Poemas de Antonio R Munguia
Las guerras de ayer y de hoy
Poema publicado el 16 de Agosto de 2014
Cuántas cosas la vida ha proveído
a lo largo del tiempo transcurrido
desde aquellos momentos que brillaron
con las luces del tiempo que adornaron
aquel marco infantil de alegre ruido,
cuando a gritos jugábamos contentos
en el patio interior gastando alientos
de primos y vecinos, igulalados,
conviviendo felices y hermanados.
Era otro mundo de indecible euforia
ajeno a los conflictos que la historia
precisa registrara en sus anales.
Nuestra existencia ignota a aquellos males
desplegó siempre júbilo de gloria
no obstante ver soldados de visita
en burdeles del barrio que limita
la sociedad decente y religiosa
del vulgo y su maldad por afrentosa.
La guerra era muy lejos, nos decían,
con calma tanta que nos convencían
de lo lejano de aquella amenaza;
cernirse sobre el techo en nuestra casa
era más que imposible, repetían.
Nuestros mayores, protectores santos,
obviar temores e inventar encantos
solían fraguar con ilusorio ensueño
al reforzar nuestro apacible sueño.
Niños, al fin, la guerra de Corea
fue como un cuento de hadas cuya tea
imaginamos como utilería
y no como verdad de muerte impía
por sanguinaria, cruel y la más fea
de las facetas que la humana raza
ha exhibido de su ego que rebasa
humanismo y bondad agonizante,
por su racismo odioso e infamante.
Fuimos infantes de engañosa crianza,
sin ser mejor ni peor en esa danza
de las generaciones anteriores
o de las que siguieron posteriores
que la maldad directamente alcanza.
Ayer nos informaron con amarras
y fue el candor que sucumbió a sus garras.
Hoy lo ven nuestros hijos sin tapujos,
directo con la magia de sus lujos.
Muy pequeña se ve aquella refriega
que el tiempo a trece lustros casi niega.
Contrastan largos meses a enterarnos
por falta de internet para informarnos
con la actual prisa de instantánea entrega.
Pero algo es diferente y lamentable:
el noticiario de hoy, irresponsable,
deja que la niñez vea la guerra
como un hecho normal sobre la Tierra.
Poema publicado el 16 de Agosto de 2014
Cuántas cosas la vida ha proveído
a lo largo del tiempo transcurrido
desde aquellos momentos que brillaron
con las luces del tiempo que adornaron
aquel marco infantil de alegre ruido,
cuando a gritos jugábamos contentos
en el patio interior gastando alientos
de primos y vecinos, igulalados,
conviviendo felices y hermanados.
Era otro mundo de indecible euforia
ajeno a los conflictos que la historia
precisa registrara en sus anales.
Nuestra existencia ignota a aquellos males
desplegó siempre júbilo de gloria
no obstante ver soldados de visita
en burdeles del barrio que limita
la sociedad decente y religiosa
del vulgo y su maldad por afrentosa.
La guerra era muy lejos, nos decían,
con calma tanta que nos convencían
de lo lejano de aquella amenaza;
cernirse sobre el techo en nuestra casa
era más que imposible, repetían.
Nuestros mayores, protectores santos,
obviar temores e inventar encantos
solían fraguar con ilusorio ensueño
al reforzar nuestro apacible sueño.
Niños, al fin, la guerra de Corea
fue como un cuento de hadas cuya tea
imaginamos como utilería
y no como verdad de muerte impía
por sanguinaria, cruel y la más fea
de las facetas que la humana raza
ha exhibido de su ego que rebasa
humanismo y bondad agonizante,
por su racismo odioso e infamante.
Fuimos infantes de engañosa crianza,
sin ser mejor ni peor en esa danza
de las generaciones anteriores
o de las que siguieron posteriores
que la maldad directamente alcanza.
Ayer nos informaron con amarras
y fue el candor que sucumbió a sus garras.
Hoy lo ven nuestros hijos sin tapujos,
directo con la magia de sus lujos.
Muy pequeña se ve aquella refriega
que el tiempo a trece lustros casi niega.
Contrastan largos meses a enterarnos
por falta de internet para informarnos
con la actual prisa de instantánea entrega.
Pero algo es diferente y lamentable:
el noticiario de hoy, irresponsable,
deja que la niñez vea la guerra
como un hecho normal sobre la Tierra.
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