Poemas de la ausencia i - Poemas de Ángel García Aller
Poemas de la ausencia i
Poema publicado el 10 de Octubre de 2009
Arrastro tu ausencia, me detengo
a cada paso en una esquina bifurcando
tu recuerdo en amor y lejanía.
Es cierto
que no estás y que me cundes, que te aguardo
inútilmente confundida entre la gente
que pasa por la calle y se saluda.
Oculto
mi espera en los bolsillos, encamino
mi nostalgia por curvadas callejuelas
de paredes desconchadas que aún conservan
un olor a pólvora quemada.
(Federico
García Lorca se asoma a una ventana
en cuyos tiestos han crecido los geranios
y otras flores que ignoro por su nombre.
Dos
gitanos se cruzan de navajas
y se escuchan quejidos de guitarra
violada en sus adentros para siempre).
Sigo
andando y una especie de pena bien clavada
inunda de repente mi garganta, mi costumbre
de enhebrarte en las palabras, de anudarte
irremediable a este silencio que hoy te niega.
Y aun negada
por el aire te palpo con los dedos, te compongo
y descompongo en simple juego, te recorro
con un vuelo de certeza necesaria
descarriando los pasos del encuentro
(y Federico
mientras tanto, gravita por los aires
y un nimbo de sangre cubre el cielo)
Poema publicado el 10 de Octubre de 2009
Arrastro tu ausencia, me detengo
a cada paso en una esquina bifurcando
tu recuerdo en amor y lejanía.
Es cierto
que no estás y que me cundes, que te aguardo
inútilmente confundida entre la gente
que pasa por la calle y se saluda.
Oculto
mi espera en los bolsillos, encamino
mi nostalgia por curvadas callejuelas
de paredes desconchadas que aún conservan
un olor a pólvora quemada.
(Federico
García Lorca se asoma a una ventana
en cuyos tiestos han crecido los geranios
y otras flores que ignoro por su nombre.
Dos
gitanos se cruzan de navajas
y se escuchan quejidos de guitarra
violada en sus adentros para siempre).
Sigo
andando y una especie de pena bien clavada
inunda de repente mi garganta, mi costumbre
de enhebrarte en las palabras, de anudarte
irremediable a este silencio que hoy te niega.
Y aun negada
por el aire te palpo con los dedos, te compongo
y descompongo en simple juego, te recorro
con un vuelo de certeza necesaria
descarriando los pasos del encuentro
(y Federico
mientras tanto, gravita por los aires
y un nimbo de sangre cubre el cielo)
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