Los desesperados - Poemas de Alfonso Fajardo
Los desesperados
Poema publicado el 24 de Abril de 2007
Luces, capiteles del fuego, monumentos
donde los desesperados nos abandonamos
como si no existiese el siguiente día.
Rótulos parpadeantes, neones de otro paraíso,
escafandras negras del deseo, bellos tentáculos
que nos acarician y abrigan en su lecho de sangre.
Alguien nos sigue y por ello aceleramos el paso.
Buhardillas, enredaderas del sueño, cuarteles
y fortificaciones de la opulencia donde sólo los elegidos
escalan, rodean las calles del suplicio y la libertad.
Breves escenarios, caracoles del ruido, bares
como pequeños bosques donde un blues sangra
y un rock añejo emana sombras, brisa de la locura,
ventanas astilladas, rojas y abiertas al escrutinio del mundo.
Alguien nos quiere dar alcance y sólo su nombre conocemos.
Automóviles, dioses de la noche, escamas cromadas, fuegos
rodantes, pretéritos de la tumba que nos atrae cual sexo de vírgenes.
Flores, hijas de Dios, bellas serpientes que nos domestican,
seductoras y abundantes como lo prohibido; espigas de otras
tierras fértiles que crecen en la imaginación del nómada.
Mesas, espejos, barras, cristales, anillos de humo,
calles sin nombre, árboles incandescentes, fuentes artificiales,
signos del ocio, terrazas de la madrugada y tabernas donde aprendimos
los códigos furtivos de la locura y la belleza.
Poema publicado el 24 de Abril de 2007
Luces, capiteles del fuego, monumentos
donde los desesperados nos abandonamos
como si no existiese el siguiente día.
Rótulos parpadeantes, neones de otro paraíso,
escafandras negras del deseo, bellos tentáculos
que nos acarician y abrigan en su lecho de sangre.
Alguien nos sigue y por ello aceleramos el paso.
Buhardillas, enredaderas del sueño, cuarteles
y fortificaciones de la opulencia donde sólo los elegidos
escalan, rodean las calles del suplicio y la libertad.
Breves escenarios, caracoles del ruido, bares
como pequeños bosques donde un blues sangra
y un rock añejo emana sombras, brisa de la locura,
ventanas astilladas, rojas y abiertas al escrutinio del mundo.
Alguien nos quiere dar alcance y sólo su nombre conocemos.
Automóviles, dioses de la noche, escamas cromadas, fuegos
rodantes, pretéritos de la tumba que nos atrae cual sexo de vírgenes.
Flores, hijas de Dios, bellas serpientes que nos domestican,
seductoras y abundantes como lo prohibido; espigas de otras
tierras fértiles que crecen en la imaginación del nómada.
Mesas, espejos, barras, cristales, anillos de humo,
calles sin nombre, árboles incandescentes, fuentes artificiales,
signos del ocio, terrazas de la madrugada y tabernas donde aprendimos
los códigos furtivos de la locura y la belleza.
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