Hija del abandono - Poemas de Alfonso Fajardo
Hija del abandono
Poema publicado el 16 de Agosto de 2009
Vuelvo a vos, pequeña normal, ahora que todos
los sortilegios y pétalos mueren.
Es agradable salir a vivir la vida,
recibir sus piedras y sombras, y luego
-después de un largo período de ausencia, desvarío
y embarazo-encontrarte lánguida
en el lugar de siempre, a la hora más necesitada.
A veces la tierra mojada se cruza en mi camino
y con su olor me entretengo, olvidándome
de las esferas celestes de tu rostro, tus glúteos y tus pechos.
No me culpo. Mientras dura su embriaguez –su efecto
de alucinógeno-, es hermosa
la montaña rusa de los moteles y las habitaciones parentales.
Todo entonces es un caracol, una bella
cárcel de órbitas de agua de pan, una fruta inoculada
con la cicuta del deseo, una cuchara hirviendo
en el punto de ebullición de la locura.
pero la nariz termina su paseo
por los viveros de otro continente, y es ocaso
el baile del ojo cuando en la sangre cabalga.
Vuelvo a vos, hija del abandono, a la hora
de la noche en que la lluvia baja por mi garganta.
Sólo vos podés mandar al carajo las serpientes de mis sueños,
enterrar –por el transcurso de una mirada-
la flor del delito que me inmola en tu blanco lecho.
Vuelvo a vos y no sabés que he regresado,
a tu cueva no sabés que he vuelto a mirar y deslizar
mis manos bajo tus faldas, virtual vientre, amante incondicional,
pequeña sacerdotisa que sabés perdonar mis pecados y borracheras.
A vos vuelvo, y es como si de pronto abrazara la tabla
que me rescata del naufragio; la pastilla, del frío; la copa, de la resaca.
Vuelvo a vos, incólumne niña de sexo eternamente fresco,
para seguirte acariciando, cual sacrílego prometeo, después de la embriagante estela
de tierra mojada y a la hora que todos los sortilegios y pétalos mueren.
A vos vuelvo, y me estrechás con ternura en tu regazo, poesía,
y mi tristeza se pone feliz en tu pecho generoso.
Poema publicado el 16 de Agosto de 2009
Vuelvo a vos, pequeña normal, ahora que todos
los sortilegios y pétalos mueren.
Es agradable salir a vivir la vida,
recibir sus piedras y sombras, y luego
-después de un largo período de ausencia, desvarío
y embarazo-encontrarte lánguida
en el lugar de siempre, a la hora más necesitada.
A veces la tierra mojada se cruza en mi camino
y con su olor me entretengo, olvidándome
de las esferas celestes de tu rostro, tus glúteos y tus pechos.
No me culpo. Mientras dura su embriaguez –su efecto
de alucinógeno-, es hermosa
la montaña rusa de los moteles y las habitaciones parentales.
Todo entonces es un caracol, una bella
cárcel de órbitas de agua de pan, una fruta inoculada
con la cicuta del deseo, una cuchara hirviendo
en el punto de ebullición de la locura.
pero la nariz termina su paseo
por los viveros de otro continente, y es ocaso
el baile del ojo cuando en la sangre cabalga.
Vuelvo a vos, hija del abandono, a la hora
de la noche en que la lluvia baja por mi garganta.
Sólo vos podés mandar al carajo las serpientes de mis sueños,
enterrar –por el transcurso de una mirada-
la flor del delito que me inmola en tu blanco lecho.
Vuelvo a vos y no sabés que he regresado,
a tu cueva no sabés que he vuelto a mirar y deslizar
mis manos bajo tus faldas, virtual vientre, amante incondicional,
pequeña sacerdotisa que sabés perdonar mis pecados y borracheras.
A vos vuelvo, y es como si de pronto abrazara la tabla
que me rescata del naufragio; la pastilla, del frío; la copa, de la resaca.
Vuelvo a vos, incólumne niña de sexo eternamente fresco,
para seguirte acariciando, cual sacrílego prometeo, después de la embriagante estela
de tierra mojada y a la hora que todos los sortilegios y pétalos mueren.
A vos vuelvo, y me estrechás con ternura en tu regazo, poesía,
y mi tristeza se pone feliz en tu pecho generoso.
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