Nací en este pequeño país. Pero vengo del sol, del viento, del fuego, del socavón en el agua, del arroyo de la sangre. Del barro rojo, de las arenas calcinantes, del vuelo de las primeras aves. De los cráneos que brillaron en la noche de multitudinaria caza o en las innúmeras batallas contra la espada de nuestros contrincantes.
Vengo del África milenaria y renovada en sus tambores. De las estepas del Asia. De las playas, llanuras y montañas de Abia Yala. Y del rayo que no cesa: la cuchillada de la bárbara Europa.
Llevo a cuestas equipajes, siglos, la custodia cubriendo mis espaldas. Traigo la palma, el papiro y el amatl; la vihuela, el laúd y la guitarra; las monedas de la suerte dibujadas en el golpe místico de los dados de la muerte. Llevo un pan y un pescado, tortillas de maíz y casabe. Y el vino en todos los costados.
Despliego dioses tallados en humo y piedra, en las cuentas largas y cortas de las cosechas, en el estallido de la primavera.
Y una tristeza que no se apaga sino en el encuentro con ella, la belleza del tiempo estampada en sus pechos y caderas.
Sostengo lanzas y fusiles que cumplieron la victoria, armas de la derrota, piélago de las tinieblas. Porto el talante de lucha y resistencia porque soy guerrero de cabellera larga y mirada tenaz. Libertario de barricada y trinchera.
Un manantial de placeres en el susurro del vendaval.
Y millones de palabras para defenderme cuando mi cuerpo ya cansado traza el itinerario por mi pequeñina comarca, que es la de todos.
Por eso la defiendo chavalita y amplia como el planeta.
Dibujada en mi mano la extiendo por todas las galaxias.
Selección del autor
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