Soy esa mujer - Poemas de YANIRA SOUNDY
Soy esa mujer
Poema publicado el 18 de Junio de 2003
Soy esa mujer, la que no amas. El seno desnudo de tu agónica luz, el
enjambre prendido de tus ramas, el cristal que sueña tu mirada.
Soy esa mujer, la que no amas. Breña, mata, punzante jarra, calle muda por
donde no se escuchan tus pasos y cuerpo desnudo para el eclipse de tus
ojos.
Soy esa mujer, la que te toca demente.
Mil veces presa de ti en la delgadez del agua.
Pecho en fiebre que ambiciona tus besos, solo, adusto, hecho pámpano
ardiente.
Soy el anhelo inseguro que te acecha, la palabra que se deslíe de tus
labios húmedos chispeante entre la niebla.
Soy esa mujer, la que espera por ti, y sigue la ruta de tus manos, tu
cuello, tu voz y tus caminos. La que guarda tu pasión, desafiando al
escollo y la calma, olvidando tu incansable deseo de volar, y ser en mí
tan sólo agua al trasluz y cielo de mi costa.
Soy esa mujer, un espacio inmenso, torrente en tu valle, murmullo de tu
ráfaga, amor que late en lo infinito, firme y deslumbrante. Esa que
siembra los surcos y su orgullo entre las flores.
Y tú, hombre: pena y alegría, no aprendes que después será muy tarde.
Poema publicado el 18 de Junio de 2003
Soy esa mujer, la que no amas. El seno desnudo de tu agónica luz, el
enjambre prendido de tus ramas, el cristal que sueña tu mirada.
Soy esa mujer, la que no amas. Breña, mata, punzante jarra, calle muda por
donde no se escuchan tus pasos y cuerpo desnudo para el eclipse de tus
ojos.
Soy esa mujer, la que te toca demente.
Mil veces presa de ti en la delgadez del agua.
Pecho en fiebre que ambiciona tus besos, solo, adusto, hecho pámpano
ardiente.
Soy el anhelo inseguro que te acecha, la palabra que se deslíe de tus
labios húmedos chispeante entre la niebla.
Soy esa mujer, la que espera por ti, y sigue la ruta de tus manos, tu
cuello, tu voz y tus caminos. La que guarda tu pasión, desafiando al
escollo y la calma, olvidando tu incansable deseo de volar, y ser en mí
tan sólo agua al trasluz y cielo de mi costa.
Soy esa mujer, un espacio inmenso, torrente en tu valle, murmullo de tu
ráfaga, amor que late en lo infinito, firme y deslumbrante. Esa que
siembra los surcos y su orgullo entre las flores.
Y tú, hombre: pena y alegría, no aprendes que después será muy tarde.
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