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Héctor lavoe - Poemas de Víctor Bustamante


 
 
Héctor lavoe
Poema publicado el 01 de Enero de 2004


      Para Ricardo Peña y Villa quien me contó la historia
     
      En un oscuro cuarto de Nueva York
      Sus conciertos son apenas la voz del viento: nada.
      Los hombres de su banda lo han abandonado
      Mujeres de risa como espuma lo olvidaron
      -nada hay más triste y desolado que un artista en la miseria-
      En las paredes los posters de conciertos aun exhiben
      Las babas bellas de alabanza
      Otorgadas en Puerto Rico, Nueva York, Madrid, París, Londres, Cali,
      Estocolmo, y Tokio
      Le pide al visitante un Marlboloro ligth, último testigo de su paso
      Efímero y sucio por el pozo de la fama
      Viejas memorias, retazos de su música parecen salir
      Como flores de humo de su boca.
      Blancos puñales, cuchillos blancos del polvo mágico
      De indios suramericanos lo han poseído como un ritual de magia
      Y lo suben a las alturas del olvido,
      Remanso de tranquilidad
      Sudores de glorias pasadas:
      Música
      Ruido
      Aplausos
      Mujeres
      Exceso de sexo y droga
      Viajes,
      Risas
      La risa de su hijo muerto se extingue
      En los esteros de su memoria, calabozo de sangre,
      Donde ya no ve sus ojos
      Reflejos de su misma carne.
      Héctor Lavoe está solo,
      Mientras
      El concierto en el Madison repite sus canciones
      Mientras bailan, y mujeres transpiran,
      Danzan bajo la luna plástica de Nueva York y bajo el fuego de su música
      Que tentó los hilos secretos del corazón.
      Héctor Lavoe, apura el viejo rito de ritmos blancos
      Escarba su último suspiro de un nevado
      De flores de escarcha y líneas ebrias
      Refiere la indiferencia de Nueva York
      Se pasea en bellas limosinas
      En las gafas oscuras de guardaespaldas y estrellitas de cine
      En los ojos de turistas que merodean
      Por vitrinas y
      En los ojos ciegos de vidrios polarizados
      De los edificios de la quinta avenida
      Héctor Lavoe ha regresado a lo que fue: nadie en suelo extranjero.
      Corrió con la mala suerte de morirse en otra ciudad
      Ahora en las extintas paredes de su alma
      Se repite
      Dónde quedaron las bellas mujeres
      Los conciertos infestados de risas
      Las noches de sudores
      Y el dinero que se deslizó en sus manos como el agua pura.

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