2004 - Poemas de Víctor Bustamante
2004
Poema publicado el 28 de Diciembre de 2003
Ese hombre no fue ningún héroe
Tampoco posee heraldos que le den nombradía
Ha sido recogido por el auto policial
Que siempre aúlla hambriento cuando se dirige al anfiteatro.
Un forense aburrido concluye: heridas de fuego en varias partes del
cuerpo,
Acido de batería ha desfigurado su rostro,
Con alambre han cosido sus labios bellos.
El hombre está acostumbrado a este tipo de cadáveres
Que botan como basura en algún solar lleno de escombros.
-un muerto ya no conmueve-
En la tarde del otro día lo reclamará algún familiar
Que tal vez llorara.
Oh, territorio donde el mal
Posa su vieja y sucia estrella
Mientras las armas de exterminio escupen fuego y sangre
En caminos pantanosos y calles anónimas.
Alguna mujer que ha llegado de afán suelta una lagrima lógica
Con un asqueado repudio a nadie
Sabe que esas armas escupirán más venganza esta noche.
Ella contará la misma historia: todos los hombres muertos algo
Bueno tuvieron.
Cómo brillan en sus ojos sus tiernos suspiros
Ahora que la muerte lejana la ha golpeado.
Al anfiteatro siguen llegando
Cadáveres anónimos y derrotados con la misma historia,
Historia que se pudre en sucias impunidades.
Los balazos han poseído el altar de la noche.
Oh, como prosiguen los cantos de exterminio
Las sucias maquinas de guerra con sus extravíos
De muerte y maleficio.
No oficiaran ninguna misa negra por su alma
Ni tristes funerales, ni viejos campanarios
Responderán responsos lapidarios
Y su alma vagará por las calles su verano de frutos podridos
Mientras la ciudad duerme sus dorados sueños de riqueza y progreso
El informe dice: fue hallado muerto en la autopista Norte
Envuelto en una bolsa plástica.
Oh los viejos cantos de la impiedad
Los mudos y sangrientos himnos de la desolación
Sobre mármoles y sepulturas sin sosiego
Oh, como visten con antiguos trajes de sangre y púrpura a sus habitantes
Mientras viejos sastres construyen, sin lágrimas,
Los últimos trajes de madera.
Oh como arrojan inmundicias, iniquidades
Y escupen, lapos de saliva
Sobre nuestros rostros.
Poema publicado el 28 de Diciembre de 2003
Ese hombre no fue ningún héroe
Tampoco posee heraldos que le den nombradía
Ha sido recogido por el auto policial
Que siempre aúlla hambriento cuando se dirige al anfiteatro.
Un forense aburrido concluye: heridas de fuego en varias partes del
cuerpo,
Acido de batería ha desfigurado su rostro,
Con alambre han cosido sus labios bellos.
El hombre está acostumbrado a este tipo de cadáveres
Que botan como basura en algún solar lleno de escombros.
-un muerto ya no conmueve-
En la tarde del otro día lo reclamará algún familiar
Que tal vez llorara.
Oh, territorio donde el mal
Posa su vieja y sucia estrella
Mientras las armas de exterminio escupen fuego y sangre
En caminos pantanosos y calles anónimas.
Alguna mujer que ha llegado de afán suelta una lagrima lógica
Con un asqueado repudio a nadie
Sabe que esas armas escupirán más venganza esta noche.
Ella contará la misma historia: todos los hombres muertos algo
Bueno tuvieron.
Cómo brillan en sus ojos sus tiernos suspiros
Ahora que la muerte lejana la ha golpeado.
Al anfiteatro siguen llegando
Cadáveres anónimos y derrotados con la misma historia,
Historia que se pudre en sucias impunidades.
Los balazos han poseído el altar de la noche.
Oh, como prosiguen los cantos de exterminio
Las sucias maquinas de guerra con sus extravíos
De muerte y maleficio.
No oficiaran ninguna misa negra por su alma
Ni tristes funerales, ni viejos campanarios
Responderán responsos lapidarios
Y su alma vagará por las calles su verano de frutos podridos
Mientras la ciudad duerme sus dorados sueños de riqueza y progreso
El informe dice: fue hallado muerto en la autopista Norte
Envuelto en una bolsa plástica.
Oh los viejos cantos de la impiedad
Los mudos y sangrientos himnos de la desolación
Sobre mármoles y sepulturas sin sosiego
Oh, como visten con antiguos trajes de sangre y púrpura a sus habitantes
Mientras viejos sastres construyen, sin lágrimas,
Los últimos trajes de madera.
Oh como arrojan inmundicias, iniquidades
Y escupen, lapos de saliva
Sobre nuestros rostros.
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