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        Tuvo en la mano el ramo erguido,  
brioso relámpago de fiesta. 
Por las corolas de ascendía 
la luz amarga de la tierra, 
la luz del hueso amanecido, 
la luz en trance de cometa, 
la luz alzada por su rostro 
contra el fragor de la tiniebla; 
la luz audaz que abre en su risco 
despeñaderos a la abeja, 
la luz que andaba por sus ojos 
sobre las lágrimas sedientas. 
 
Tuvo en la mano el ramo ardiente, 
frágil espejo de su niebla, 
hijo dulcísimo del polvo, 
vuelo del polvo en primavera, 
toda la sombra sus pendida 
sobre un suspiro que bravea. 
 
Vientos salieron de lo oscuro 
donde se fraguan las tormentas, 
aires vinieron de los antros 
donde la sangre se destrenza, 
vientos de espina dislocada, 
modos del cierzo y la marea, 
torciendo nubes de palomas 
matando orugas y azaleas; 
vientos de muerte entre las ramas 
donde la nieve cabrillea. 
 
Brilla la mano poderosa 
de tenues vínculos suspensa, 
sobreviviente del estrago, 
sobre el tesoro yerto, cuelga, 
mientras se borran los jardines 
en la sonrisa de la tierra 
 
 
De: Las estaciones. Formas de la agonía 
 
 
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