El fatigado, el huérfano
de las multitudes, el yo,
el triturado, el del cemento,
el apátrida de los restaurantes repletos,
el que quería irse más lejos, siempre,
no sabía qué hacer en la isla, quería
y no quería quedarse o volver,
el vacilante, el híbrido, el enredado en sí mismo
aquí no tuvo sitio: la rectitud de piedra,
la mirada infinita del prisma de granito,
la soledad redonda lo expulsaron:
se fue con sus tristezas a otra parte,
regresó a susnatales agonías,
a las indecisiones del frío y del verano.
(De: La rosa separada,
uno de los ocho poemarios inéditos que Neruda dejó al morir.)
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