El santo moderno (fábula) - Poemas de Marco Antonio Quiñónez Flores
El santo moderno (fábula)
Poema publicado el 22 de Febrero de 2012
EL SANTO MODERNO
Viajaba, el santo moderno, en autobús,
Pidiendo al cielo poderle dar alivio
A algún cristiano, de corazón tibio,
O a quien cargara una pesada cruz.
Subió al momento, al bus, un pobre ciego
Que, entre lamentos, pedía un gesto amable.
Una limosna cualquiera, era su ruego,
Para aliviarlo en su vida miserable.
Movido entonces, a piedad, el santo
Y agradeciendo al cielo su ruego, ya cumplido,
Tocando al ciego le dijo: mío no es tanto,
Milagro es, del Señor, que me has hallado
Y me conmuevan, tu llanto compungido,
Y la miseria que, hasta hoy, has padecido.
¡Deja ya tu pena atrás, en el olvido,
Que en el nombre de Yahvé yo te he sanado!
Abrió los ojos, el mísero, al momento
Y su bastón de ciego, alzando al cielo,
Lo descargó con tal fuerza sobre el santo,
Que aturdido y sangrante cayó al suelo.
Díjole, entonces, indignado el vagabundo:
Mal haya este momento, desgraciado.
Mi mala suerte fue que, siendo grande el mundo,
Me encontrase contigo y de este modo,
abriéndome los ojos, me arruinaste.
volviéndome la vista, me destruiste.
Con tu milagro mi negocio destrozaste.
Moraleja
Cuando a tu lado alguien se queje de su suerte
Y conmovido quieras ayudarle,
Piensa en el santo y medita si has de darle:
“antes de hacer el bien, mira bien a quien”.
No resultes golpeado tú, también.
Poema publicado el 22 de Febrero de 2012
EL SANTO MODERNO
Viajaba, el santo moderno, en autobús,
Pidiendo al cielo poderle dar alivio
A algún cristiano, de corazón tibio,
O a quien cargara una pesada cruz.
Subió al momento, al bus, un pobre ciego
Que, entre lamentos, pedía un gesto amable.
Una limosna cualquiera, era su ruego,
Para aliviarlo en su vida miserable.
Movido entonces, a piedad, el santo
Y agradeciendo al cielo su ruego, ya cumplido,
Tocando al ciego le dijo: mío no es tanto,
Milagro es, del Señor, que me has hallado
Y me conmuevan, tu llanto compungido,
Y la miseria que, hasta hoy, has padecido.
¡Deja ya tu pena atrás, en el olvido,
Que en el nombre de Yahvé yo te he sanado!
Abrió los ojos, el mísero, al momento
Y su bastón de ciego, alzando al cielo,
Lo descargó con tal fuerza sobre el santo,
Que aturdido y sangrante cayó al suelo.
Díjole, entonces, indignado el vagabundo:
Mal haya este momento, desgraciado.
Mi mala suerte fue que, siendo grande el mundo,
Me encontrase contigo y de este modo,
abriéndome los ojos, me arruinaste.
volviéndome la vista, me destruiste.
Con tu milagro mi negocio destrozaste.
Moraleja
Cuando a tu lado alguien se queje de su suerte
Y conmovido quieras ayudarle,
Piensa en el santo y medita si has de darle:
“antes de hacer el bien, mira bien a quien”.
No resultes golpeado tú, también.
¿Te gusta este poema? Compártelo:
«« más poemas de Marco Antonio Quiñónez Flores