Veinte años y un instante - Poemas de Marcelo Baray Tarango
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Veinte años y un instante
Poema publicado el 10 de Febrero de 2020
Cierta vez entre
las verdes arboledas,
alejados de la gente,
ella y yo
y nuestras ideas.
Sed sintió
y bajé presto,
ansioso de servir a mi adorada,
en mi mano la botella
de cristal, sus formas redondeadas.
Esperaba ella
el agua cristalina
del fondo del arroyo,
como seda fina
espera un niño
a que su madre
se la ponga de corpiño.
Brilló mi vista
con estos pensamientos,
y el viento
sopló en aquella tarde
funesta,
y mi diestra,
y mi voz sin un lamento
quietos quedaron
en el paso de los tiempos.
. . . . .
Veinte años han pasado.
La sangre
y mi hambre
de amor abrasadora
corrieron por mi cuerpo.
Del huerto
nada verde queda ahora.
Mi mente y mi razón se nublan,
No alcanzo a detener
mi corazón,
la sinrazón
se adueña de mi ser;
en un instante vi correr
veinte años de dolor.
Destino cruel,
te ensañas,
y pagas con amarga hiel
a quien un puro sentimiento
uniera aquél,
el Hacedor de dichas y tormentos.
. . . . .
Hoy sólo queda
oscuridad y hiel,
y en vez de alegre,
una tétrica arboleda.
Poema publicado el 10 de Febrero de 2020
Cierta vez entre
las verdes arboledas,
alejados de la gente,
ella y yo
y nuestras ideas.
Sed sintió
y bajé presto,
ansioso de servir a mi adorada,
en mi mano la botella
de cristal, sus formas redondeadas.
Esperaba ella
el agua cristalina
del fondo del arroyo,
como seda fina
espera un niño
a que su madre
se la ponga de corpiño.
Brilló mi vista
con estos pensamientos,
y el viento
sopló en aquella tarde
funesta,
y mi diestra,
y mi voz sin un lamento
quietos quedaron
en el paso de los tiempos.
. . . . .
Veinte años han pasado.
La sangre
y mi hambre
de amor abrasadora
corrieron por mi cuerpo.
Del huerto
nada verde queda ahora.
Mi mente y mi razón se nublan,
No alcanzo a detener
mi corazón,
la sinrazón
se adueña de mi ser;
en un instante vi correr
veinte años de dolor.
Destino cruel,
te ensañas,
y pagas con amarga hiel
a quien un puro sentimiento
uniera aquél,
el Hacedor de dichas y tormentos.
. . . . .
Hoy sólo queda
oscuridad y hiel,
y en vez de alegre,
una tétrica arboleda.
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