Éxodos y retornos - Poemas de ELÍAS LETELIER
Éxodos y retornos
Poema publicado el 20 de Agosto de 2003
¿Cómo te llamas tú?
¿María Leal, la errante?
¿María Angélica Leal, la viajera?
¿María, la muerta?
¿Cómo te llamas tú?
Una gota que cae a las planicies del mar
pierde el registro de su cristalino nombre
y transforma en una oceánica multitud.
Todos acudimos a esta danza
y nos levantamos sin rastros, mustios,
como las voces de la lluvia
que no vuelven del mar
y retornan, en otra travesía,
al ejercicio circular de los nacimientos.
Los frágiles ríos transparentes,
por ejemplo,
donde las majestuosas serpientes fluviales,
que apresuradas desaparecen
en las mandíbulas subterráneas de los bosques,
vuelven a reemprender el ritual de sus viajes
en los campanarios de las flores suspendidas
o en los enmarañados ponchos de la clorofila.
Nuestros pies,
cuando se cansan,
tropieza en el mismo cuarto,
pero nada desaparece del corazón de la mujer
y del hombre que permanecen:
amando vivimos en un círculo perfecto
que nos permite alcanzar la paz.
Sólo basta con mirar el rostro de la multitud,
para saber donde están tus pasos
y entonces,
entonces,
entonces,
cuando pregunten por ti,
diré que Alfredo Labbe, sabe;
que la Myriam, sabe;
que la Marie y Patricio Ponce con su coro, sabe;
que la Catalina con su cubano, sabe;
que el Catoño sabe;
que Ramón Sepúlveda sabe;
o simplemente,
diré que estas en un rincón,
muy callada,
escuchando a la Nubia que canta.
Y cuando me canse de mencionar
tantos seres que te amaban,
al final,
después de Pablo y Gastón, y Gastón Leal,
miraré hacia la palabra taciturna de Luis Reyes
para que hable con toda su afonía.
Mas allá de las cenizas y el polvo,
prevalecen en los estantes del ojo
las arquitecturas que se levantan en el corazón
y nada se desvanece.
Y ahora,
que la tarde ha caído sobre tu rostro
y los retratos suben apresurados a las paredes,
no volveré a preguntar por tu nombre
y tampoco insistiré en tu rostro,
me quedaré ausente,
danzando sobre los peldaños de mi memoria
y allí,
en ese conclusivo vértigo
hablaré con tu silencio y mi silencio
y la tarde volverá a encender
su ritual de permanencia y despedidas.
Poema publicado el 20 de Agosto de 2003
¿Cómo te llamas tú?
¿María Leal, la errante?
¿María Angélica Leal, la viajera?
¿María, la muerta?
¿Cómo te llamas tú?
Una gota que cae a las planicies del mar
pierde el registro de su cristalino nombre
y transforma en una oceánica multitud.
Todos acudimos a esta danza
y nos levantamos sin rastros, mustios,
como las voces de la lluvia
que no vuelven del mar
y retornan, en otra travesía,
al ejercicio circular de los nacimientos.
Los frágiles ríos transparentes,
por ejemplo,
donde las majestuosas serpientes fluviales,
que apresuradas desaparecen
en las mandíbulas subterráneas de los bosques,
vuelven a reemprender el ritual de sus viajes
en los campanarios de las flores suspendidas
o en los enmarañados ponchos de la clorofila.
Nuestros pies,
cuando se cansan,
tropieza en el mismo cuarto,
pero nada desaparece del corazón de la mujer
y del hombre que permanecen:
amando vivimos en un círculo perfecto
que nos permite alcanzar la paz.
Sólo basta con mirar el rostro de la multitud,
para saber donde están tus pasos
y entonces,
entonces,
entonces,
cuando pregunten por ti,
diré que Alfredo Labbe, sabe;
que la Myriam, sabe;
que la Marie y Patricio Ponce con su coro, sabe;
que la Catalina con su cubano, sabe;
que el Catoño sabe;
que Ramón Sepúlveda sabe;
o simplemente,
diré que estas en un rincón,
muy callada,
escuchando a la Nubia que canta.
Y cuando me canse de mencionar
tantos seres que te amaban,
al final,
después de Pablo y Gastón, y Gastón Leal,
miraré hacia la palabra taciturna de Luis Reyes
para que hable con toda su afonía.
Mas allá de las cenizas y el polvo,
prevalecen en los estantes del ojo
las arquitecturas que se levantan en el corazón
y nada se desvanece.
Y ahora,
que la tarde ha caído sobre tu rostro
y los retratos suben apresurados a las paredes,
no volveré a preguntar por tu nombre
y tampoco insistiré en tu rostro,
me quedaré ausente,
danzando sobre los peldaños de mi memoria
y allí,
en ese conclusivo vértigo
hablaré con tu silencio y mi silencio
y la tarde volverá a encender
su ritual de permanencia y despedidas.
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