Lulú - Poemas de Alfonso Fajardo
Lulú
Poema publicado el 13 de Mayo de 2006
He aquí la vocación de la bruma.
No sé quién sos, pero te conozco.
Miro tu rostro y en esa ceguera presiento un abismo.
Camino en círculos y de regreso.
Vegetaciones de vellos púbicos, crisálidas
de carne temblorosa, útero de fuego
donde los amantes encienden sus antorchas.
De memoria tus duras nalgas, el olor a cedro
de tus fluidos, tus senos que Fellini despreciaría
y yo los vuelvo vino, la otra orilla
de tu forma de pensar que nos permite cruzar puentes,
la vulgaridad toda de ser feliz y exacto en el tiempo que nos ha abortado.
Amo tus gemido más que las liturgias,
mido mi grandeza a través de tus ojos,
prefiero tu ombligo a cualquier bandera,
sueño que sueño, como el Bretón de mis locuras,
en el universo de una cama donde sólo giran
nuestros cuerpos celestes.
Ahora te conozco y sé tu nombre,
sé que bailás tu propia música y no tenés número de seguro social,
que tu boca es pequeña y hambriento tu deseo.
Sé tu nombre y no lo pronuncio:
me basta tu imagen en el día impecable.
Ha pasado toda una vida, mi vida. Ha entrado
la muerte a mi lecho, mi muerte.
Sé quién sos, pero no te conozco.
He mentido, no sé tu nombre pero lo sé:
sé que tu nombre es lluvia porque yo te nombro lluvia,
ya nada más fuera de este bosque, de este altar,
de este cuadrilátero, es real y suficiente. Sólo tus pasos de niebla
son ciertos, esos pasos que se acercan a mi costado y,
desconocidos de años de nosotros mismos,
nos vamos matando
el uno al otro.
Poema publicado el 13 de Mayo de 2006
He aquí la vocación de la bruma.
No sé quién sos, pero te conozco.
Miro tu rostro y en esa ceguera presiento un abismo.
Camino en círculos y de regreso.
Vegetaciones de vellos púbicos, crisálidas
de carne temblorosa, útero de fuego
donde los amantes encienden sus antorchas.
De memoria tus duras nalgas, el olor a cedro
de tus fluidos, tus senos que Fellini despreciaría
y yo los vuelvo vino, la otra orilla
de tu forma de pensar que nos permite cruzar puentes,
la vulgaridad toda de ser feliz y exacto en el tiempo que nos ha abortado.
Amo tus gemido más que las liturgias,
mido mi grandeza a través de tus ojos,
prefiero tu ombligo a cualquier bandera,
sueño que sueño, como el Bretón de mis locuras,
en el universo de una cama donde sólo giran
nuestros cuerpos celestes.
Ahora te conozco y sé tu nombre,
sé que bailás tu propia música y no tenés número de seguro social,
que tu boca es pequeña y hambriento tu deseo.
Sé tu nombre y no lo pronuncio:
me basta tu imagen en el día impecable.
Ha pasado toda una vida, mi vida. Ha entrado
la muerte a mi lecho, mi muerte.
Sé quién sos, pero no te conozco.
He mentido, no sé tu nombre pero lo sé:
sé que tu nombre es lluvia porque yo te nombro lluvia,
ya nada más fuera de este bosque, de este altar,
de este cuadrilátero, es real y suficiente. Sólo tus pasos de niebla
son ciertos, esos pasos que se acercan a mi costado y,
desconocidos de años de nosotros mismos,
nos vamos matando
el uno al otro.
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