La danza de los días - Poemas de Alfonso Fajardo
La danza de los días
Poema publicado el 08 de Diciembre de 2001
Hace una noche, el día de hoy, lluviosa.
Estoy viejo, el hígado me lo demuestra, lo muestra
la barba tatuada al café negro de los días que, hastiados,
caminan las empedradas colinas rumbo al polvo.
Me interpela el sueño, el precio de los frijoles
y la magia alucinada de los poetas, la gasolina y las aguas
que engañan a la muerte, la anarquía toda
de las crisálidas de un mundo que se deja vivir
y violar.
Pero no me conmueve el recuerdo del futuro, tu rostro
se desliza por la ventana y el universo gira a tu alrededor.
No cantaré al cielo de tus ojos, no enumeraré
los recursos naturales de tu cuerpo y el invento
que de él nace en las esferas celestes de la locura.
Diré en cambio tus pasos son nidos y largo el camino
del hombre azul cuando trémulos tus pies recorren mano a mano
la ciudad erosionada de mis arterias. De ella hablo, cotidiano me refiero.
Narraré, con el murmullo muy propio del agua, no el canto
sino el cuento de tus formas de caminar, el peso de tu paso,
el rastro de sangre, tu danza de trapecista desenfadada
sobre las cuerdas flojas de mis nervios, lo fugitivo de tu luz y, sombra tibia de mis días,
las nimiedades que hacen de tu rostro un lienzo bello e imperfecto.
Diré, por ejemplo, que tu aminar me desespera,
que tus nalgas y tus pecho caben en el hueco de mis manos,
que tus lentes son más que libros y que tu rostro
de niña inocente no me convence para nada.
Más bien sos flaca, baja de estatura, de piel lisa
-como tu pecho-, de cara leve y labios simples.
Pero sos bella, no serás el agua del sol, la luz que ciega,
pero me bastas. Me basta tu cuerpo firme y bien delineado
para dormir tranquilo respirando tu aliento, me basta tu inteligencia
para mantenerme despierto.
Te prometo que siempre vamos a discutir, habrán ocasiones
en que nos caeremos mal y necesitaremos no vernos ni en pintura
o poema; te juro que llegará un momento en que desearemos
no habernos conocido nunca, preferirás el viento y yo el mar;
te encantará la idea de envenenar mi sopa
y yo soñaré planeando asfixiarte en la noche.
Entonces, por lo demás, lameremos nuestras heridas
y por el resto del tiempo, reiremos y haremos el amor envejeciendo.
Poema publicado el 08 de Diciembre de 2001
Hace una noche, el día de hoy, lluviosa.
Estoy viejo, el hígado me lo demuestra, lo muestra
la barba tatuada al café negro de los días que, hastiados,
caminan las empedradas colinas rumbo al polvo.
Me interpela el sueño, el precio de los frijoles
y la magia alucinada de los poetas, la gasolina y las aguas
que engañan a la muerte, la anarquía toda
de las crisálidas de un mundo que se deja vivir
y violar.
Pero no me conmueve el recuerdo del futuro, tu rostro
se desliza por la ventana y el universo gira a tu alrededor.
No cantaré al cielo de tus ojos, no enumeraré
los recursos naturales de tu cuerpo y el invento
que de él nace en las esferas celestes de la locura.
Diré en cambio tus pasos son nidos y largo el camino
del hombre azul cuando trémulos tus pies recorren mano a mano
la ciudad erosionada de mis arterias. De ella hablo, cotidiano me refiero.
Narraré, con el murmullo muy propio del agua, no el canto
sino el cuento de tus formas de caminar, el peso de tu paso,
el rastro de sangre, tu danza de trapecista desenfadada
sobre las cuerdas flojas de mis nervios, lo fugitivo de tu luz y, sombra tibia de mis días,
las nimiedades que hacen de tu rostro un lienzo bello e imperfecto.
Diré, por ejemplo, que tu aminar me desespera,
que tus nalgas y tus pecho caben en el hueco de mis manos,
que tus lentes son más que libros y que tu rostro
de niña inocente no me convence para nada.
Más bien sos flaca, baja de estatura, de piel lisa
-como tu pecho-, de cara leve y labios simples.
Pero sos bella, no serás el agua del sol, la luz que ciega,
pero me bastas. Me basta tu cuerpo firme y bien delineado
para dormir tranquilo respirando tu aliento, me basta tu inteligencia
para mantenerme despierto.
Te prometo que siempre vamos a discutir, habrán ocasiones
en que nos caeremos mal y necesitaremos no vernos ni en pintura
o poema; te juro que llegará un momento en que desearemos
no habernos conocido nunca, preferirás el viento y yo el mar;
te encantará la idea de envenenar mi sopa
y yo soñaré planeando asfixiarte en la noche.
Entonces, por lo demás, lameremos nuestras heridas
y por el resto del tiempo, reiremos y haremos el amor envejeciendo.
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