A veces viene el viento y golpea directamente mi - Poemas de Alfonso Fajardo
A veces viene el viento y golpea directamente mi
Poema publicado el 10 de Febrero de 2003
A veces viene el viento y golpea directamente mi rostro,
es un viento helado, lleno de adjetivos, en cuyos dardos
trae el veneno más exacto para coronar la lástima.
Los oleajes dejan caer las escenas
que matan al hombre y reviven al poeta
que defeca a la vida en estas líneas:
y he allí las hermosas arcas
que me negaron sus aceites y abrigos,
para sólo regalarlos frente a mis ojos
a los que no padecen de frío o melancolía.
Pero el tiempo me ha vuelto piedra
y lo que el viento desdibuja,
la poesía, con todas sus limitantes, lo maquilla.
A veces viene la vida y es una mierda, compadre albatrós,
un lugar común donde no cabemos
los deseosos corderos que preferimos el mar, la montaña,
la lluvia, la consagración y la liberación a través del amor.
Pero las calles, las oficinas, las aulas, el limitado concepto
que conocemos por libertad, sólo es la boca del monstruo apocalíptico,
las rejas invisibles tras las cuales
pagamos las cadenas perpetuas de la soledad
compuesta por millones de rostros entre sí desconocidos y secretamente odiados.
Los dedos quemados en la cocina de la imagen, la lengua que arde
en la sopa de la metáfora y el fuego que sólo la palabra inventa
es el calor necesario para estirar y engañar los músculos en su marcha.
A veces viene el sol y, como un pubis cruel, con su frío
va cerrando mis ojos cada vez más y derrite
la tinta embarazada en mis venas.
Poema publicado el 10 de Febrero de 2003
A veces viene el viento y golpea directamente mi rostro,
es un viento helado, lleno de adjetivos, en cuyos dardos
trae el veneno más exacto para coronar la lástima.
Los oleajes dejan caer las escenas
que matan al hombre y reviven al poeta
que defeca a la vida en estas líneas:
y he allí las hermosas arcas
que me negaron sus aceites y abrigos,
para sólo regalarlos frente a mis ojos
a los que no padecen de frío o melancolía.
Pero el tiempo me ha vuelto piedra
y lo que el viento desdibuja,
la poesía, con todas sus limitantes, lo maquilla.
A veces viene la vida y es una mierda, compadre albatrós,
un lugar común donde no cabemos
los deseosos corderos que preferimos el mar, la montaña,
la lluvia, la consagración y la liberación a través del amor.
Pero las calles, las oficinas, las aulas, el limitado concepto
que conocemos por libertad, sólo es la boca del monstruo apocalíptico,
las rejas invisibles tras las cuales
pagamos las cadenas perpetuas de la soledad
compuesta por millones de rostros entre sí desconocidos y secretamente odiados.
Los dedos quemados en la cocina de la imagen, la lengua que arde
en la sopa de la metáfora y el fuego que sólo la palabra inventa
es el calor necesario para estirar y engañar los músculos en su marcha.
A veces viene el sol y, como un pubis cruel, con su frío
va cerrando mis ojos cada vez más y derrite
la tinta embarazada en mis venas.
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