Según se cuenta, al ilustrar
cómo la gestación de macabros
himnos de amor en yeso, bronce, telas,
le impuso ir en pos de lo interminable,
asustado y oprimido por el espacio,
Giacometti exigía de sus modelos
posiciones monocordes, únicas,
partiendo de las cuales se trataría
de copiar literalmente, atraer
a´si el núcleo codiciado, agotarse
en la renovada admiración
de que la distancia y desnivel
entre ambas fosas nasales
es tan amplia como el Sahara.
¿Semejante doctrina o nigmática
libertad de ensimismarse,
no suena inactual, descomedida,
no parece insólita, más que insólita,
para épocas que reivindican, mintiéndose,
el deber en caso de incendio
de salvar primero al gato, al loro,
antes que al Goya de la casa?
Selección: José Ángel Valente, Blanca Varela,
Andrés Sánchez Robayna y Eduardo Milán.
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