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Portaliras grandioso-comentario a manera de ensayo - Poemas de Alberto Cuadra M


 
 
Portaliras grandioso-comentario a manera de ensayo
Poema publicado el 06 de Enero de 2022

Por: Edwin Sánchez

En los poemas de Alberto Cuadra Mejía hay esencias de lo que se lee. Esencias que el lector añade a su experiencia, aunque no sea la de uno, pero he ahí el por qué hay poemas de la totalidad.
Miren. Este género de arte no da margen a la distancia. No nos permite alejarnos. Ser meros espectadores no es opción, ya sea en el elegante palco de los que se las dan de doctos y sapientes de alfombra roja, o en la platea de los académicos, e inclusive si es luneta o sol, el lugar adonde vamos los profanos como el que escribe.
Bien, la única salida de un magnífico poema es precisamente la entrada: subir al escenario de la obra, en el primero caso, o bajar al mismo terreno de juego del poeta, caso de los legos de estadios. (Y juego y lego aquí no es anagrama, luego es poesía: sucesos, vivencias, aconteceres).
De ahí que estos poemas llegan con toda esa pureza de la primera vez al lector, a pesar de ser el poeta, el primero en contar con aquella impresión, tan honda, que no le ha quedado más remedio que escribirla. Y al hacerlo, no comparte: hace que uno forme parte de estas alocuciones, diálogos, pláticas que el hecho –lo natural y lo emocional, lo externo y lo espiritual– establece entre el creador y la Creación. Aquí nadie sobra: ni el alma de las palabras ni quien las vuelve a vivir, al leerlas.
Notable forma del Arte. Y Virtudes de un poeta. Sí, no solo leer y ver, sino comprobar lo que el poeta, en rigor, siente. Capacidad de transmitir. Acervo intelectual. Lucidez de escritor.
He dicho esencias. Es que también los poemas integran plenamente lo que transfieren de ese mundo que podría ser muy personal del portaliras, y “sus” realidades, sin embargo, el talento está en que la mano del creador desaparece y únicamente notamos lo que percibimos en un estar-ahí, en una nuestra-realidad, porque ya no es la del poeta, sino de todos.
En Así es la vida ese dejar, ese viento, ese arrastrar, ese remolino sume al lector que lo asume, puesto que pulsa las cuerdas completas del almario.
Ya es algo propio. Forma y contenido en una explícita unidad sensorial. Quiero decir: Las palabras, al comienzo y al final, son las que deciden quién es poeta y quién no. Y son las que erigen la plástica sensación del tiempo que es viento y sonido, canto y nostalgia…, y registro semántico aún de lo no aludido.
El poeta nos ofrece un ambiente sin el vocablo bosque, empero, eso innominado lo nombra la naturaleza de este vívido lienzo lírico, igual que sin ser mencionado, lo que más fluye es la interminable labor del Infinito…
De ese Infinito, sin la metanoia de Pedro, no seremos parte alguna vez, porque hemos preferido ser partícula. Pizca de lo fugaz, de lo no permanente. Viajero de la próxima parada de lo Pasajero.
El apóstol exhortó a arrepentirse: es un cambio de pensamiento, de dirección; un cambio de mentalidad y voluntad. Es alcanzar el verdadero sentido de la vida, la Vida en Cristo. Las epístolas de Pedro dan la medida de lo que vemos y no sabemos...
Y es de esa brevedad sobre la que nos alerta, con intensidad, el bardo: esas palabras, en el orden que van, también es como que se van yendo, o nos vamos yendo junto con las arrastradas/ hojas/ por remolino viento.
El poeta ibérico Joan Margarit escribió: por más bello que sea, un buen poema/ ha de ser siempre cruel.  No coincido con el catalán.
Para que un buen poema dé con su autor, no es necesario que el encuentro entre ambos sea en los terrenos de la crueldad. Lo demuestra el granadino, aunque pareciera darle curso al maestro: Se va la vida/ en los recuerdos/ tristes del trinar/ de un pájaro.
Y por si acaso no nos dimos cuenta, llegamos a otro hemisferio de la poética de Alberto Cuadra:
imágenes/ de talladas sombras/ en un tiempo ido/ de palidez hambruna/ Se van en vuelo/ de un nebuloso/ tiempo ya perdido/ Se van y se van/ para no regresar/ a la otra esquina/ de laberinto ciego…
Es cadencia. Es ritmo. Es Poe-sía. Eso. Cierto compás de Poe en esta Poesía enriquecida que al poeta –lo sucedido, lo visto, lo sentido– le ha sido entregado por el mismísimo vocabulario que poseía el vértice de los acontecimientos, en la conexión del espíritu y la materia, donde lo primero exhibe su dominio, y que ha buscado en el panida una inicial forma de manifestarse, y en buena hora.
Uno, como lector, se vuelve más que testigo. Vivimos ese momento, y digo momento, porque también los momentos esculpen los monumentos verbales de las épocas, para bien o para mal. Y uno, aparentemente, es el momento de los hombres: su peregrinar.
No obstante, hay posibilidades. Allá aquellos que teniendo ojos para leer, no leen… ni creen, y por lo tanto, no construyen su Momentum: avanzar a una categoría superior, con toda la potencia que Dios ofrece a sus hijos e hijas, en el nombre de Jesús.
Momentum que debe pasar, primero, por la Metanoia: el arrepentimiento, cambio de dirección, de pensamiento, para elevarse a los niveles que el Altísimo ha preparado para la raza adánica.
Porque si no, estamos destinados a ser apenas un trinar de pájaro en la boscosa espesura de los calendarios inconclusos…
Así, leo en Para qué volar? lo que podría ser una resignación, pero eso sería una simpleza de juicio. Y no estamos tampoco ante un simple poema. Es un Poema. Aquí entramos, en otro portal del pensamiento.  A sus profundidades. Y a la filosofía no se llega por Aristóteles o Nietzsche, Hegel o Marx, sino por lo que Dios mismo le ha dotado al ser, y por eso, hay que aprender a ser: Pensar para Actuar.
El poeta nos da una lección de filosofía, y no es conformismo, sino ubicación: de nuevo, cambio de mentalidad y dirección. La ubicación de lo que somos y no de lo que algunos pretender ser, quedando a miles de años luz de sus ambiciones. Porque al final caen. Y ojalá fueran caídas individuales y no derrumbes nacionales, económicos y morales.
Volamos nuevamente/ en medio/ de esta oscuridad/ y de nuevo caemos/ para seguir cayendo.
Lo que el hombre estima puede ser que no sea lo mejor. Pues, ¿qué nos remite la oscuridad?  ¿Qué pistas facilita el poeta con este identikit elaborado de esa sombra que puede provenir de ideas, dogmas, credos o utopías elaboradas para asombrar a los hijos de los hombres, siendo nomás supersticiones sofisticadas?
Es obvio que no todo lo que han hecho los efímeros alumbra, pero a algunos los deslumbra, y van tras esas aspiraciones o codicias personales, metas o falsas tierras prometidas de la política; ríos de leche y miel ideológicas…; esas alucinaciones con que los “iluminados” han empobrecido y hasta ensangrentado a las naciones.
Creería que esa es la oscuridad que enuncia y denuncia el poema, pero al final, la obra poética ya no es del poeta, sino del que en sus adentros, el ser interior se apropia. Mas, no es un acto subjetivo, un capricho o peor, el nefasto imperio de un prejuicio. Sonará paradójico…
Absoluta soberanía del Poeta: No hay nada al azar. Nunca deja que la fantasía tome las riendas. Lo caótico es inútil, aun cuando las patrañas de un retórico o un falsario, lo encubra de derecho y de justicia. O Arte. Porque en el poema, lo intrínseco es el orden, lo real, lo verídico Lo que prevalece es la certidumbre, incluso, cuando eche mano de su antónimo.
El Poema es lo que es: el Poder de la Imaginación y el Porvenir.
En un poema mayúsculo, que es el caso, lo que alguien piense o no, se interpretará con letra minúscula.
Para qué volar? cuenta con ese valor que no se halla en otras expresiones de los mortales. Y es que es una amalgama de sentimientos, certezas, y aún de incertidumbres –tal vez no como la máxima desesperanza confesada alguna vez por un viviente, verbigracia, Lo fatal, de nuestro liróforo Rubén–.
Quizás el autor no exponga en su totalidad su semblanza de la vida, pero logra comunicar que no vale la pena volar en medio de la oscuridad, para no terminar hundidos en el abismo.
En los innumerables escrutinios que permite un magnífico poema, estamos claro que lo mejor es caminar en la claridad, y no volar. Veamos.
El poeta evita la palabra “caminar” (pero es precisamente el camino, el poema), y prefiere el término “volar”. Caminar es, digamos, andar en tierra firme, pero desde la perspectiva del caminante, y por supuesto, algo también asido –pero que no debe ser reducido– a una rutina, la rutina de existir, los estudios, el trabajo, la diversión.
Volar ya es otra, digamos, dimensión de extendernos y/o entendernos en la vida, mas no siempre en la ruta correcta. Porque no volamos por nosotros mismos. O puede ser que creamos que volamos, que vamos volando, pero más bien nos vuelan. Y al final nos dejan volado por ahí los pájaros de alto vuelo.
Lo grandioso de la poesía de Alberto Cuadra, integrante de la legendaria estirpe letrada de los Cuadra, de la colonial Granada, es porque además de telúrica, enlaza lo existencial y lo espiritual.  Este creador va en ese torrente innovador de la formidable cultura nicaragüense que ha dotado de su propio universo de valores, composiciones y fuerza expresiva al idioma natal. De ahí que en el oficio de ser original contemos con un Rubén Darío, un excelso Manolo Cuadra, un Carlos Martínez Rivas, una Ana Ilce Gómez, una Rosario Murillo, un Leonel Rugama...
No son “casualidades” nicaragüenses. Son causalidades de la Nicaragua Grande.
Por eso, de ninguna manera es “casualidad” que la palabra Volar eligiera al poeta para aterrizar, con su poema, en la Libertad y la Verdad, pero con el pragmatismo más eficiente que Dios puso a disposición de las naciones, tribus y lenguas para resolver cualquier asunto: hacerlo con los pies en la Tierra y atendiendo la Torre de Control del Cielo.
En el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua hay 18 acepciones de Volar. La undécima la aporta Nicaragua, no para el país únicamente, sino para el mundo, por lo que ha sido la Historia Universal en los dos últimos siglos: Volar: “Engañar, hacer creer que lo falso es verdadero”.
De ahí la advertencia de un poeta de carne, hueso y fe, a la humanidad: 
…nunca más volar/ para nunca más caer.

(Edwin Sánchez,
Premio Nacional Rubén Darío 2000).

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