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Pringa - Poemas de YANIRA SOUNDY


 
 
Pringa
Poema publicado el 16 de Agosto de 2005


      Estoy en este sitio lleno de algas y espumas, donde te bañabas desnuda
      entre las rocas, y le hablabas a la luna pálida que parecía caer en el
      pecho azul del mar...
     
      Hoy todo me parece nuevo, el trino el perfume, el crepúsculo, la
      aurora...El arenal, donde corrías desafiando a la marea. Caen cansadas las
      hojas de nuestro árbol, y los pájaros no cantan más al salir el alba
     
      Todo permanece en silencio.
     
      Volverá el invierno, y tú no escucharás caer las gotas de agua como si
      fuesen una música sin tiempo. No verás la calle como un río, iluminado por
      las luces de los postes, ni tu corazón latirá como una estrella recordada
      por un niño.
     
      Estuviste conmigo en todos los momentos. Al conocer la miel del beso, la
      lumbre de la luna entre la niebla, el aire que se ausenta del alma, la
      palabra más honda, los desengaños.
     
      Me acompañaste bajo la fina llovizna, a llorar la muerte de mi padre,
      sentada a la luz, con tu carita apoyada en mis rodillas y los ojitos
      llenos de lágrimas.
     
      Me escuchaste hablar de mis sueños, de los inflexibles pasos que nos
      cierran el mundo, del agua limpia, de los vastos cielos, del principio y
      el fondo del silencio.
     
      Cuando vino tu ceguera, supiste superar el miedo a la oscuridad, y
      buscaste como siempre entre las piedras los helechos.
     
      Parecías conocer de memoria cada rincón de nuestro hogar.
      Los soplos en el traspatio alegre, las nubes últimas, el sofá, la
      alfombra, el corredor, el ruido de la hierba en flor...
     
      Me despediste una fría mañana de septiembre cuando me fui de casa.
      Pensabas en quién te daría el hueso que tanto te gustaba, a quién
      cuidarías el armario, a quién despertarías con tus ladridos cada mañana. Y
      tu silencio maduró mi alma con el beso de su onda.
     
      De pronto el  llanto de una niña penetró tu mundo de nieblas, y tuviste
      celos, lloviendo, atardeciendo sola.
     
      Pero aprendiste a quererla como nadie. Había alegría en los jazmines, en
      las rosas pensativas, en las cigarras.
     
      Yo te hablaba de las islas, del fondo del mar, de la música presa entre
      los labios. Y tú empezabas a ladrar...
     
      Cuando te vi agonizar, supe que por fin beberías la frescura del agua en
      la mañana, corriendo entre las matitas de flores recién sembradas,
      acostándote panza arriba en el sofá sin temor a caerte..
     
      Pero sin embargo no pude evitar llorar.
     
      De pronto tus ojos se llenaron de la luz que sube a las estrellas, miraste
      la rosa amarilla abierta al aire tibio, los narcisos con sus ramas
      encendidas, y aquel caracol de música que te gustaba tanto
      escuchar...Miraste mi rostro, mojado en lágrimas. Y me dijiste adiós.
     
      Hoy estás junto a la cucaracha Cuki y con Bichu ladrándole a todos los
      niños que entran al cielo, correteando entre campanas, en un jardín de
      rosas suaves y un sol lleno de espuma.

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