No preguntes por mÍ - Poemas de Silvia Spinazzola
No preguntes por mÍ
Poema publicado el 14 de Octubre de 2003
En las fronteras donde el agua juega a hacer canales con las sombras, he
percibido la caricia salada de tus playas. Liban su piel escrita a
mordiscones hasta arañarse de dudas inconclusas. Un pedazo de pan flota en
pantanos, nos mira hasta medirnos el calor de la entrega.
Nunca te has ido, siempre lo supe. En cada tarde gris, cuando moría el
grito, mojé con tinta de jazmines estos dedos. Escribí para tus ojos
sobre paredes blancas, sabiendo de estas notas empeñadas en continuar
arqueando cielos. Puse un beso en el aire para sellar reclamos de tus
párpados, mientras las lluvias azotaron su ritual sobre almohadas
amanecidas en insomnios.
Siempre has estado, siempre lo supe cuando olía a
piedra-barro-arena-margaritas. Cuando las aves ataron con sus hilos de
luna, el rumor del otoño, al demorar escarchas sobre mis balcones. O ante
el naufragio ronco desde donde pude acariciar los surcos que te habitan,
esos mismos que me construyen-destruyen la impotencia de saberme sin
tenerme.
Claro que no pregunto. No, no es necesario, porque los círculos de humo
dibujan tus manos en el hueco fatal de este misterio.
Poema publicado el 14 de Octubre de 2003
En las fronteras donde el agua juega a hacer canales con las sombras, he
percibido la caricia salada de tus playas. Liban su piel escrita a
mordiscones hasta arañarse de dudas inconclusas. Un pedazo de pan flota en
pantanos, nos mira hasta medirnos el calor de la entrega.
Nunca te has ido, siempre lo supe. En cada tarde gris, cuando moría el
grito, mojé con tinta de jazmines estos dedos. Escribí para tus ojos
sobre paredes blancas, sabiendo de estas notas empeñadas en continuar
arqueando cielos. Puse un beso en el aire para sellar reclamos de tus
párpados, mientras las lluvias azotaron su ritual sobre almohadas
amanecidas en insomnios.
Siempre has estado, siempre lo supe cuando olía a
piedra-barro-arena-margaritas. Cuando las aves ataron con sus hilos de
luna, el rumor del otoño, al demorar escarchas sobre mis balcones. O ante
el naufragio ronco desde donde pude acariciar los surcos que te habitan,
esos mismos que me construyen-destruyen la impotencia de saberme sin
tenerme.
Claro que no pregunto. No, no es necesario, porque los círculos de humo
dibujan tus manos en el hueco fatal de este misterio.
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