Xxiii - Poemas de Pedro Luis Menéndez
Xxiii
Poema publicado el 15 de Noviembre de 2000
Espacio de ceniza que converge en un alto desamparo/
nube ciega que agita sin insidia
la desunión del cándido vacío/
donde arriban los ojos
y te aclaman de nadie en cada hueso fértil/
por tanto amor de costa entre los dedos rígidos
como un puño en marfil bajo otra noche
que se enciende/ es de fe/ contra los cantos
y nadie grita ya
sino la música en leve inarmonía/
esmerada en doler esta memoria
aplicada en gemir
lluvia en el signo de húmeda vertiente
que desliza hacia ti la boca en alma
como un amanecer de ensoñaciones/
mientras todos los gestos te sumergen de pronto
en una nave fría que no surca
sino ilusión de un mundo
su presencia
su ademán de verdad
su sombra ronca
frente a la magnitud inane de lo cierto/
como una enredadera de caricias
una insólita y clara confidencia
de todos los perfiles entregados/
llorando de los ojos cada perfume amargo
para esta noche sabia en que regresan/
cuando después de todo
es sólo una palabra entre tantas palabras/
un eco de palomas
porque se acerca el tiempo tendido de la costa/
rostro de nieve en busca de ti mismo/
el ansia capital de aquel andarse
sin saber si creer la cruz del tiempo
sobre la luna vieja de semillas que fueron
pan largo para todos/
viento de proa al alma banderiza/
esos instantes puros de diamante
te habrán de conmover después del mundo/
después de todo un mundo sucesivo/
moldes de una caricia reducida al encono
Pedro Luis Menéndez, Memorial del navegante 28
tripulantes sin sueño de una nave ya amarga/
tu estela como un muro de presencia a tu paso
alertará a la costa pasión del continente
para luego abrasarte poderosa
de portento y de luz
sonora alba/
hermosa por llorar tanto delirio
tan feroz y feraz como la muerte
tan inhábil tan dulce tan infierno/
como un fuego cruzado sin respuesta
su boca de dragón que asola al mundo/
enhiesta trinidad/
fiera mordaza/
qué relumbre de espejos se celaba en la bruma
para todo el futuro
después de Dios y un pálpito en el pecho/
islas de pedrería/
mascarones tensados del salitre en la sangre/
donde estaba ya el hombre/
espacio de ceniza que converge
en una nave fría que no surca
sino ilusión de un mundo
a su presencia
Poema publicado el 15 de Noviembre de 2000
Espacio de ceniza que converge en un alto desamparo/
nube ciega que agita sin insidia
la desunión del cándido vacío/
donde arriban los ojos
y te aclaman de nadie en cada hueso fértil/
por tanto amor de costa entre los dedos rígidos
como un puño en marfil bajo otra noche
que se enciende/ es de fe/ contra los cantos
y nadie grita ya
sino la música en leve inarmonía/
esmerada en doler esta memoria
aplicada en gemir
lluvia en el signo de húmeda vertiente
que desliza hacia ti la boca en alma
como un amanecer de ensoñaciones/
mientras todos los gestos te sumergen de pronto
en una nave fría que no surca
sino ilusión de un mundo
su presencia
su ademán de verdad
su sombra ronca
frente a la magnitud inane de lo cierto/
como una enredadera de caricias
una insólita y clara confidencia
de todos los perfiles entregados/
llorando de los ojos cada perfume amargo
para esta noche sabia en que regresan/
cuando después de todo
es sólo una palabra entre tantas palabras/
un eco de palomas
porque se acerca el tiempo tendido de la costa/
rostro de nieve en busca de ti mismo/
el ansia capital de aquel andarse
sin saber si creer la cruz del tiempo
sobre la luna vieja de semillas que fueron
pan largo para todos/
viento de proa al alma banderiza/
esos instantes puros de diamante
te habrán de conmover después del mundo/
después de todo un mundo sucesivo/
moldes de una caricia reducida al encono
Pedro Luis Menéndez, Memorial del navegante 28
tripulantes sin sueño de una nave ya amarga/
tu estela como un muro de presencia a tu paso
alertará a la costa pasión del continente
para luego abrasarte poderosa
de portento y de luz
sonora alba/
hermosa por llorar tanto delirio
tan feroz y feraz como la muerte
tan inhábil tan dulce tan infierno/
como un fuego cruzado sin respuesta
su boca de dragón que asola al mundo/
enhiesta trinidad/
fiera mordaza/
qué relumbre de espejos se celaba en la bruma
para todo el futuro
después de Dios y un pálpito en el pecho/
islas de pedrería/
mascarones tensados del salitre en la sangre/
donde estaba ya el hombre/
espacio de ceniza que converge
en una nave fría que no surca
sino ilusión de un mundo
a su presencia
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