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Rimas: hablemos de... religión - Poemas de Marco Antonio Quiñónez Flores


 
 
Rimas: hablemos de... religión
Poema publicado el 28 de Septiembre de 2012

RIMAS

HABLEMOS... DE RELIGIÓN

Interrumpo nuevamente.
Molestaré su atención
Para hablar de lo que pienso.
Quizá es una tentación,
Puedo estar equivocado
En lo que les voy a hablar
Mas, siempre puede trotar,
El caballo mal herrado.

Les pido perdón, de entrada,
Lo mismo haré en la salida
Porque mi mente torcida
Puede, en muchos, provocar
A ira odio o  enojo.
Les rogaré que me escuchen,
Con paciencia, hasta el final
Que no puede obrar el mal
El que, hablando, se esfuerza.
Que es la trenza retorcida
La que tiene mayor fuerza.

La religión fue inventada
Para calmar la ansiedad
Que nos da no tener nada
Que nos quite la maldad

En su cueva, el primitivo,
Le temía al animal
Que deseaba devorarlo
Y entre tener que esperarlo,
fuera despierto o dormido
Sabía bien distinguir
La diferencia temida
En comer... o ser comido.

Temía el hombre al incendio
Que causa el rayo voraz.
O a la lluvia que  inunda
Con su presencia tenaz.
Para sentirse calmado
o...para acrecentar su miedo,
el hombre le dio figura
a lo que eran sus temores.
Así tomó la postura
para aplacar sus pavores.

De aquellos miedos feroces...
fue que nacieron los dioses.

Al  miedo a la obscuridad
El Dios Sol se contrapuso.
Su lógica claridad
Que, a lo obscuro, sucedía
Logró que se separara
Lo que es la noche y el día.

La propia debilidad
Sugirió al hombre algo fuerte
Que mejorara su suerte...
Y nació el Dios de bondad.

Y así, por cada temor
De quedar en desamparo
Se contraponía un Dios
Que, al hombre, hiciera el favor
De protegerlo y cuidarlo.

Pero fue que, siendo muchos
Los dioses, fue confusión
Tratar de agradar a todos
Y pensando, de mil modos,
Arreglar la situación
Se concluyó en la fusión
De todos en uno solo.
Infinito y poderoso,
Riguroso y bondadoso,
Eterno y conocedor
De nuestras  debilidades
Que supliera, en sus bondades,
Lo que al hombre le faltara
Y aún mejor, si abundara,
Para su felicidad.

Surge, junto con los dioses
Y para su protección,
Una actividad concreta
Que se llamó... religión.
En principio brujería
Con alta categoría
Permitió a sus propietarios
Alcanzar mucho poder.

La gente le da valor
A lo que le quita el miedo
Y así el administrador,
Que gobierna cualquier credo,
Se convierte en director,
Asesor y dictador,
De lo que es bueno o es malo,
De lo que se debe hacer,
so pena de padecer
De los dioses el enojo.
Así pues, cualquier antojo
Del que maneja la fe
Debe ser obedecido
so pena, véalo usted,
De resultar maldecido.

Surgió, entonces, un partido
Dentro de la sociedad
Cargado, a la saciedad,
De poder y seguidores
Que, urgidos de sus favores,
No dudaban en hacer
Lo que el “mandamás” quería.

Muy pronto se repartía,
Entre el poder material
Y el engaño espiritual,
La economía del mundo.
Fue el impacto tan profundo
Que, pronto, se pudo ver
Que la humana ingratitud
Sumió en gran esclavitud
Al ser humano común.

El rey sometió, por fuerza,
Del soldado bien armado.
En religión, fue el prelado,
Quien usando una “escritura”
Le impuso una mano dura
A todo lo que existió.

Por su parte se amparó,
El imperio de la fe
Para lograr su dominio,
En el más cruel exterminio
Del que no quiso creer.
Fundado en una escritura,
Que dictó un dios de bondad,
Utilizó cruel tortura
Y no mostró caridad
Con aquél que mostró duda.
O cree o muere, decía,
Pues no creer atentaba
Al dios que él obedecía.
De esta forma solapaba
Al Dios... de su economía.

La misma ambición impuso
Dividir la religión
Y en la primera ocasión,
Cualquier pretexto interpuso
descontento dirigente
Que, alzándose con la gente,
Hirió a la religión misma
Y al grito de ¡viva el cisma!
Se autonombró “protestante”
Se habló, entonces, de una “iglesia”
Con orígenes en Grecia
Que se armó, beligerante
Y, al osado “protestante”,
Intentó volver al ruedo
Persiguiendo, con denuedo,
A todos sus seguidores.

Hubo quemados, heridos,
Maltratados y perdidos.
Aquello fue una gran guerra
Que duró por mucho tiempo.
Solo recordar aterra
Las crueldades que se hicieron
Niños, víctimas, cayeron
Inocentes que murieron
Sólo porque no quisieron
Aceptar la humillación
De renegar una fe
Y negar lo que creyeron.
El tiempo se fue pasando.
El “cisma” quedó asentado,
El “protestante” sembró
La semilla de discordia
Y muy pronto, aparecieron,
Si no falla mi memoria,
Cinco, diez, o ciento o más
Que, vislumbrando una transa,
O sea viendo un negocio
Que, a más de buena ganancia
Prometía ratos de ocio,
Jugando con la ignorancia
Los temores y ansiedades
Y con las necesidades
De una plebe descreída,
Fundar iglesias quería.

En esta voraz porfía
Aparecieron nuevos dioses
A cada cual más atroces:
Uno mago, que podía,
Enriquecer a sus fieles;
Otro, con castigos crueles,
Amenazaba a cualquiera
Que, de su lado, se fuera.

Sus dirigentes o “dueños”
Muchos poderes lucieron:
Uno, interpretó los sueños;
Otro, profeta se dijo
Y al que no creyó, maldijo
Con harta saña y crueldad
En nombre del Dios aquél
Que era todo caridad.

Sería, seguir hablando,
Describir lo conocido.
Lo cierto, que yo he sabido,
Que todos fueron sacando,
Y buena maña se dieron,
Ya que a muchos convencieron,
Cuando menos, dar el “diezmo”
Tributo o imposición
Que resulta ser “lo mesmo”
Que de cada diez, dar uno.
Así, hasta la actualidad,
Da pena ver tanta gente
Que vive en penalidad,
Por mantener un corriente
Que proclama ser “pastor”,
O se erige en dirigente
De comunidad o iglesia.

Y no hay justificación
Para las cosas que he visto.
Personas, sin corazón,
Que le van sacando el pisto
A los que, con devoción,
Acuden a su llamado
O al peso de su pecado,
O alguna “maratón”
Que se prolonga por días
Y donde la gente llega
A entregar hasta el calzón
Para obtener el perdón
De lo que creen que han hecho,
O para ganarse un techo
En el fantasioso cielo
En donde, aparentemente,
Partirán su pan con Dios,
En la gloria, eternamente.

Vaya si no es fantasía
Apostar por algo eterno
Que empezará, en aquél día,
En que se acabe la vida.
La gente, seguro, olvida
Que ninguno ha regresado,
Después que le ha sucedido,
Para contar que haya vida
Cuando la muerte ha llegado,
Por eso tenga cuidado.

Y al final estoy llegando.
Con mis versos y cantando
A muchos he molestado.
Por eso pido perdón
Cuando estoy en la salida,
Si a alguno mi verso le hizo
Querer darme un  pescozón.
Que es mejor pedir perdón
Antes que pedir permiso.

Y mi verso aquí concluye
Diciendo, con claridad,
Que así como el agua fluye
y corriendo va hacia el mar
nadie la ha de empujar
pues  es de Dios voluntad:
lo que sube ha de bajar.
Por eso observe, mi amigo,
no tiene necesidad
de ser esclavo de nadie.
Por miedo de ir al infierno,
no deje que otro le ladre
porque dice poseer
el poder del que es eterno,
porque nadie está en lo cierto.
El que está muerto... está muerto
Y no resucitará
Porque alguien le diga misa.
Cada quien, en su camisa
Cada cual en su guacal
Buscará a Dios y, cabal
Lo hallará como bondad,
Como amor y caridad
Y no le pedirá pisto
Pues la única verdad
Es la que habló un día Cristo:
Ama a tu hermano, mi hermano
Como yo te amé, mi amigo.

Practica a ser buen humano
Y dios estará contigo.

MARCO QUI
Septiembre 2,012

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