Lugares comunes - Poemas de Luis García Gil
Lugares comunes
Poema publicado el 12 de Agosto de 2005
A Adolfo Aristarain.
La muerte es un lugar común,
y el olvido es otro lugar común,
otra región oscura, otra pregunta silbante,
otra tentativa de labios sobre el desamor,
¿De dónde venimos, a dónde vamos?
Fervores desvalidos cruzando las pendientes,
ideales que mueren sin ser combatidos,
revoluciones que encierran la peor de las infamias.
No hay libertad y el viento arrecia,
Buenos Aires es la soledad eterna de un tango,
los sueños huidizos en medio de la bruma,
un domingo triste sin niños y con lluvia.
No hay libertad y sólo queda pronunciarse
en la vejez y sostenerse en la mirada única,
insustituible de Lilith, en la naturaleza
desde donde la pureza multiplica formas
y sonidos, porque los pájaros son
los portadores lejanos de la esperanza.
Del corazón la anchura del deseo,
pero también los silencios y el miedo intransitable,
del hijo los reproches concatenados pero también
el cordón inquebrantable, la ternura y el celo.
Y los cigarros que matan poblando el cenicero,
en medio de conversaciones que recorren la noche,
y la muerte que llega para quedarse, para nublar
los ojos, para ataviarse del dolor de lo oscuro.
Y la soledad de los libros apiñados en cajas,
el desamparo y el sabor melancólico de las hojas,
y una música que acude desde el ayer perdido,
trayendo en su melodía fragores y esencias
de otra edad que fue nuestra y ya no es nada.
Poema publicado el 12 de Agosto de 2005
A Adolfo Aristarain.
La muerte es un lugar común,
y el olvido es otro lugar común,
otra región oscura, otra pregunta silbante,
otra tentativa de labios sobre el desamor,
¿De dónde venimos, a dónde vamos?
Fervores desvalidos cruzando las pendientes,
ideales que mueren sin ser combatidos,
revoluciones que encierran la peor de las infamias.
No hay libertad y el viento arrecia,
Buenos Aires es la soledad eterna de un tango,
los sueños huidizos en medio de la bruma,
un domingo triste sin niños y con lluvia.
No hay libertad y sólo queda pronunciarse
en la vejez y sostenerse en la mirada única,
insustituible de Lilith, en la naturaleza
desde donde la pureza multiplica formas
y sonidos, porque los pájaros son
los portadores lejanos de la esperanza.
Del corazón la anchura del deseo,
pero también los silencios y el miedo intransitable,
del hijo los reproches concatenados pero también
el cordón inquebrantable, la ternura y el celo.
Y los cigarros que matan poblando el cenicero,
en medio de conversaciones que recorren la noche,
y la muerte que llega para quedarse, para nublar
los ojos, para ataviarse del dolor de lo oscuro.
Y la soledad de los libros apiñados en cajas,
el desamparo y el sabor melancólico de las hojas,
y una música que acude desde el ayer perdido,
trayendo en su melodía fragores y esencias
de otra edad que fue nuestra y ya no es nada.
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