Donde crecen los juncos - Poemas de Lobaiza De Rivera, Lidia Esther
Donde crecen los juncos
Poema publicado el 26 de Octubre de 2003
Aquí estoy, apoyada en mis hombros, reflejada en mis ojos,
contemplando , la guadaña de luz que quiebra la alta noche,
expulsados mis huesos,
en el recodo donde crecen los juncos,
desovillando este sueño plural,
masticando saliva espesa de olvidos y mentiras;
ceñida al extremo de esta desazón que no sucumbe,
porque avanzan las serpientes del hambre ,
y los vientres reclaman ,
y mis dedos ajados escurren la espuma ,
que en la arena dejó una costra blanca,
y no bastan los rezos para remendar las esperanzas.
¡Ah!, si con manos ingrávidas y fieles,
escribiera poemas en las hojas;
si encontrara la vasija tribal donde verter los sueños contenidos,
y humanizar, esta deshumanizada conciencia que nos oprime y acongoja,
que asfixia el corazón del trigo y dobla las alas febriles
de las incautas mariposas.
¡Ah!, poder mirar con ojos limpios,
ese lugar preciso, en que amamanta el día
su fulgor de rocío;
descifrar el sitio donde emboscada de verde,
la isla revela sus secretos;
descubrir el mundo donde se espiga el cáliz de la vida,
con canciones y música, con manos enlazadas ,
con cientos de hombres de niños y mujeres, acuñando monedas de amor
y de trabajo.
¡Ah!, bendecir los vientres bajo esta cruz del sur,
y engendrar los hijos de los hijos
para una tierra nueva,
con tréboles y vientos renacidos,
con guardapolvos, y banderas y escuelas ,
con esta sangre bullendo en las entrañas
y por la gracia de Dios:
ser argentinos.
Poema publicado el 26 de Octubre de 2003
Aquí estoy, apoyada en mis hombros, reflejada en mis ojos,
contemplando , la guadaña de luz que quiebra la alta noche,
expulsados mis huesos,
en el recodo donde crecen los juncos,
desovillando este sueño plural,
masticando saliva espesa de olvidos y mentiras;
ceñida al extremo de esta desazón que no sucumbe,
porque avanzan las serpientes del hambre ,
y los vientres reclaman ,
y mis dedos ajados escurren la espuma ,
que en la arena dejó una costra blanca,
y no bastan los rezos para remendar las esperanzas.
¡Ah!, si con manos ingrávidas y fieles,
escribiera poemas en las hojas;
si encontrara la vasija tribal donde verter los sueños contenidos,
y humanizar, esta deshumanizada conciencia que nos oprime y acongoja,
que asfixia el corazón del trigo y dobla las alas febriles
de las incautas mariposas.
¡Ah!, poder mirar con ojos limpios,
ese lugar preciso, en que amamanta el día
su fulgor de rocío;
descifrar el sitio donde emboscada de verde,
la isla revela sus secretos;
descubrir el mundo donde se espiga el cáliz de la vida,
con canciones y música, con manos enlazadas ,
con cientos de hombres de niños y mujeres, acuñando monedas de amor
y de trabajo.
¡Ah!, bendecir los vientres bajo esta cruz del sur,
y engendrar los hijos de los hijos
para una tierra nueva,
con tréboles y vientos renacidos,
con guardapolvos, y banderas y escuelas ,
con esta sangre bullendo en las entrañas
y por la gracia de Dios:
ser argentinos.
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